¿Qué es la filosofía? (segunda parte) – La tierra de nadie y de todos

  1. La tierra de nadie (y de todos)
  2. El rey filósofo
  3. El proyecto político de la ilustración y nuestro sistema político actual

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS usadas para la confección de estas páginas (con añadidos y modificaciones con un fin exclusivamente educativo):

  • Texto principal: Carlos Fernández Liria y otros (Grupo Pandora), Filosofía y ciudadanía, 1º de Bachillerato, Editorial Akal, Madrid, 2011 (más el libro-guía del profesorado)
  • Otros: Referencias y citas que se van detallando a lo largo de los apuntes.

(en construcción)


PREGUNTAS PARA DISERTAR:

  • ¿Todo lo que hacemos ha de buscar alguna utilidad o es necesario para el ser humano dedicar tiempo a lo inútil (por ejemplo, a aquello que no tiene una utilidad inmediata o reconocible)?
  • ¿Es necesaria la utopía?


James Hopwood Jeans, Historia de la física: Hasta mediados del siglo XX (The Growth of Physical Science, 1948), Fondo de Cultura Económica, México, 2016, edición electrónica

La tierra de nadie (y de todos)

La filosofía tiene su origen en algunas experiencias que nos dejan perplejos y desconcertados. Una de esas experiencias puede tomarse de otra asignatura: la geometría. Parece que es algo indudable que el nacimiento de la filosofía vino unido al nacimiento y desarrollo de la geometría en Grecia. Se trata, claro está, de dos cosas distintas: la geometría y la filosofía. Pero en la Academia que fundó el filósofo Platón se encontraba grabado, en el umbral, «no entre aquí quien no sepa geometría» (ἀγεωμέτρητοσ μηδεὶσ εἰσίτω, ageometretos medeis eisito), y ello tuvo que deberse a alguna razón que en este punto puede interesarnos: los griegos experimentaron una inmensa perplejidad frente a la geometría, de la cual la filosofía se desprendía por sí misma. ¿Qué pudo ser eso que pareció tan sorprendente acerca de la geometría?

Imagen de origen desconocido extraída de Google imágenes.

Platón, La República, introducción, traducción y notas de Rosa María Mariño, Salvador Mas Torres y Fernando García, Editorial AKAL, Madrid, 2008, pp. 474-475 (vid. AQUÍ)
Platón, Menón, traducción de Enrique López Castellón, Istmo, Madrid, 1999, p. 43

En uno de sus diálogos, el filósofo Platón nos cuenta que Sócrates estaba dialogando con un sofista llamado Menón. Sócrates le había pedido que definiera qué entendía por la virtud (en griego, areté: capacidad para destacar en el ámbito de la política). A Sócrates le gustaba mucho hacer este tipo de preguntas sobre definiciones de palabras que se usaban habitualmente. Menón, por más que se esforzaba, solo conseguía fracasar en sus intentos de definición. Cansado ya del bloqueo en la conversación, Menón acaba por concluir que el conocimiento, en general, es imposible. Entonces Sócrates manda llamar a un esclavo y -trazando un cuadrado sobre el suelo- le pregunta si sabe construir otro cuadrado el doble de grande. El esclavo, por supuesto, es completamente ignorante (no ha recibido apenas educación) pero, guiado por las preguntas que Sócrates le va haciendo, logra construir el cuadrado sobre la diagonal del primero, en lo que constituye una aplicación exitosa del teorema de Pitágoras.

Platón, Menón, traducción de Enrique López Castellón, Istmo, Madrid, 1999, pp. 82-83 (80 d-e)

De este modo, Sócrates pudo demostrar a Menón que sí es posible conocer. Pero resulta muy interesante el hecho de que lo consiguiera mediante un esclavo. Los esclavos, para los griegos, eran aquellos que carecían de palabra (ἄνευ λóγου / áneu lógou), al contrario que los ciudadanos, que eran aquellos que podían tomar la palabra y hacerse escuchar en la Asamblea.

VV. AA., Diccionario griego-español, Volumen 2, redactado bajo la dirección de Francisco Rodríguez Adrados, Instituto de filosofía del CSIC, Madrid, 2003, p. 297
Hannah Arendt, Entre el pasado y el futuro (Between Past and Future, 1954), traducción de Ana Poljak, Ediciones Península, Barcelona, 2016, p. 41
Johannes Hirschberger, Raúl Gabás, Historia de la filosofía III: Filosofía del siglo XX, Herder, Barcelona, 2011, p. 285

Pero ante los ojos atónitos del ciudadano Menón, un esclavo absolutamente ignorante había sido capaz de deducir el teorema de Pitágoras. A Menón no le queda más remedio que estar de acuerdo con él en la manera en que se construye un cuadrado doble que otro. Ahora cabría hacerse la siguiente pregunta: una vez sentado este precedente, ¿en cuántas cosas más debería estar de acuerdo Menón con su esclavo?

Imagen extraída de: https://www.youtube.com/watch?v=2wsrvM4YP2k

Se pueden imaginar algunas variantes posibles de la escena anterior: ¿y si en lugar de haberse tratado de un esclavo hubiese sido una esclava? Las mujeres tampoco tenían derecho a tomar la palabra en la Asamblea griega. Sin embargo, si ese hubiese sido el caso, Menón, ciudadano griego de pleno derecho, hubiera tenido que estar también de acuerdo con ella. Imaginemos que la esclava fuese negra, de algún pueblo bárbaro lejano del antiguo Egipto. Los griegos estaban orgullosos de ser griegos. Los atenienses de ser atenienses, los espartanos de ser espartanos. Por la misma razón, los atenienses despreciaban a los espartanos y los espartanos a los atenienses. Pero ambos, espartanos y atenienses, despreciaban todavía más a los persas, al igual que los persas despreciaban a los griegos. Mucho más aún despreciarían a un esclavo nubio del alto Egipto, y todavía más, tal vez, a una esclava negra y nubia. Pero, he aquí, sin embargo, que frente al teorema de Pitágoras, todos, espartanos, atenienses, griegos, persas, negros, blancos, hombres y mujeres, tenían que estar de acuerdo. Ante la geometría, todos ellos eran iguales.

Proyecto Diccionario Griego-Español, bajo la dirección de Francisco R. Adrados y Juan Rodríguez Somolinos, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC (en constante actualización)

La palabra geometría (γεωμετρία) significa «medición de la tierra». Ahora bien, ¿qué «tierra» es esa que mide la geometría si no es la tierra de los espartanos ni de los atenienses, ni de los griegos ni de los persas, ni de los hombres ni de las mujeres, ni de los negros ni de los blancos? Parece claro que esa tierra no es la patria de ninguno de esos pueblos, sexos o razas: no es la patria de nadie, aunque, por eso mismo, podría ser considerada la patria de todos.

Michel Serres (ed.), Historia de las ciencias (París: 1989), «Tercera bifurcación: ¿Una matemática griega o dos? Gnomon: los comienzos de la geometría en Grecia» (escrito por Michel Serres), traducción por Raquel Herrera, Editorial Cátedra, Madrid, 1998, p. 77
Ibíd., p. 80

ACTIVIDADES (para realizar en el cuaderno/portafolio y comentar en clase):

23. SÓCRATES, MENÓN Y EL ESCLAVO. Vamos a leer el texto en el que Sócrates va guiando mediante preguntas a un esclavo ignorante para que acabe construyendo un cuadrado el doble de grande que otro, aplicando exitosamente el teorema de Pitágoras.

SOCRÁTES. – Haz venir a uno de esos numerosos esclavos tuyos, a cualquiera, para que te lo muestre en él.
MENÓN. – Muy bien. Tú, ven aquí.
SÓCRATES. – ¿Es griego y habla griego?
MENÓN.- Perfectamente, ha nacido en casa.
SÓCRATES. – Presta atención a qué es lo que te parece, si recuerda o si aprende de mí.
MENÓN.- Lo haré.
SÓCRATES.- Dime muchacho, ¿sabes que el cuadrado es una figura así (ABCD)?
MENÓN.- Sí que lo sé.
SÓCRATES.- Así, pues, ¿un cuadrado es una figura que tiene iguales todas estas líneas, en número de cuatro?
ESCLAVO.- Desde luego.
SÓCRATES.- ¿Y no son también iguales éstas que pasan por el centro (EF y GH)?
ESCLAVO. – Sí.
SÓCRATES.- ¿No es verdad que una figura así puede ser mayor y menor?
ESCLAVO. – Ciertamente.
SÓCRATES. – Así pues si este lado tuviera dos pies y éste dos, ¿cuántos pies tendría todo él entero? Míralo de esta forma: si por aquí tuviera dos pies y por allí sólo un pie, ¿no tendría la figura una vez dos pies?
ESCLAVO. – Sí.
SÓCRATES – Pero puesto que tiene también por allí dos pies, ¿no resultan dos veces dos?
ESCLAVO. – Así es.
SÓCRATES. – ¿Entonces resultan dos veces dos pies?
ESCLAVO. – Sí.
SÓCRATES. – ¿Cuánto son dos veces dos pies? Dímelo después de calcularlo.
ESCLAVO.- Cuatro, Sócrates.
SÓCRATES – Dime tú. ¿No tenemos esta figura de cuatro pies (ABCD)? ¿Comprendes?
ESCLAVO.- Sí.
SÓCRATES.- ¿Y podríamos añadirle esta otra igual a ella (BIJC)?
ESCLAVO.- Sí.
SÓCRATES – ¿También esta tercera (DCLK) igual a cada una de estas dos?
ESCLAVO.- Sí.
SÓCRATES.- ¿No podríamos completar ésta que está en el ángulo (CJML)?
ESCLAVO.- Perfectamente.
SÓCRATES.- ¿Entonces resultarían estas cuatro figuras iguales (ABCD, BIJC, DCLK, CJML)?
ESCLAVO – Sí.
SÓCRATES.- ¿Qué sucede entonces? Todo este conjunto (AIMK), ¿cuántas veces es mayor que éste (ABCD)?
ESCLAVO.- Cuatro veces.
SÓCRATES. – Esta línea que va de ángulo a ángulo (DB), ¿no corta a cada una de estas figuras en dos?
ESCLAVO – Sí.
SÓCRATES.- ¿No resultan iguales estas cuatro líneas (DB, BJ, JL, LD) que delimitan esta figura (DBJL)?
ESCLAVO – Sí que resultan.
SÓCRATES.- Mira ahora: ¿de qué tamaño es esta figura (DBJL)?
ESCLAVO. – No lo sé.
SÓCRATES. – Siendo éstas cuatro, ¿no ha separado cada línea hacia dentro la mitad de cada cuadrado (DB, BJ, JL, LD)? ¿O no?
ESCLAVO.- Sí.
SÓCRATES. -¿Cuántas mitades hay en ésta (DBJL)?
ESCLAVO. – Cuatro.
SÓCRATES. – ¿Y cuántas en ésa (ABCD)?
ESCLAVO. – Dos.
SÓCRATES. – ¿Pero qué es cuatro en relación a dos?
ESCLAVO. – El doble.
SÓCRATES. – Entonces, esta (DBJL), ¿cuántos pies tiene?
ESCLAVO. – Ocho pies.
SÓCRATES – ¿A partir de qué línea?
ESCLAVO. – De esta (DB).
SÓCRATES. -¿De la que se extiende de ángulo a ángulo del cuadrado de cuatro pies?
ESCLAVO. – Sí.
SÓCRATES. – Los sofistas llaman a esta línea diagonal. Por lo tanto, si esta se llama diagonal, a partir de la diagonal, como tú dices, esclavo de Menón, resulta el cuadrado doble.
ESCLAVO. – Desde luego, Sócrates.
SÓCRATES.-¿Qué te parece, Menón? ¿Hay alguna opinión de las que ha contestado este, que no sea suya propia?
MENÓN. – No, sino de él mismo.

Platón, Menón (adaptación del texto traducido, 82a-85c)

a) Conforme a lo explicado al comienzo del tema, ¿qué hecho histórico nos muestra la relación entre la filosofía y la geometría?
b)
¿Cuál es la conclusión del episodio de Sócrates y el esclavo que acabamos de leer?
c) ¿Qué es aquello que iguala a Sócrates y al esclavo?

ACTIVIDADES (para realizar en el cuaderno/portafolio y comentar en clase):

24. LOS ORÍGENES DE LA GEOMETRÍA. En este texto que sigue se habla del origen de la geometría en Grecia y del posible significado de semejante acontecimiento.

La medida geométrica y la razón que consigue demostrarla unen sin oponer, nos agrupan sin jerarquizar, nos enseñan que, ni solitarios ni en grupo, los hombres son la medida de todas las cosas. La métrica de una Tierra nueva, distinta a todos los lugares hasta entonces enumerados o nombrados, se impone objetivamente a esta referencia antigua, exclusivamente humana, cuya regla, relativa y contradictoria, reinaba.

¡Qué idealista arrogancia, en verdad, creer que nosotros lo inventamos todo, según el color de nuestra piel, los matices de nuestras lenguas y las gesticulaciones de nuestras instituciones! No, henos aquí forzados a obedecer a algo distinto de nosotros, a una obligación que nuestras medidas no dictan, ni informan ni muestran, a una métrica demostrada, a un universo nuevo, completamente distinto a todas nuestras diferencias. ¡Qué golpe para nuestros narcisismos colectivos y culturales! (…).

Y, sin embargo, he aquí que una cultura local, tan singular como cualquier otra en sus particularidades, bloqueada entre tierra y agua por algunas islas o ríos de Jonia, inventó este universal un día que casi podemos identificar, a pesar o contra sus armas de bronce, sus dioses de piedra, su aristocrática pseudo-libertad, su desprecio férreo por los esclavos y los extranjeros, las declinaciones de sus lenguas y los retorcimientos de sus olivos (…).

Pero la geometría no puede llamarse griega, egipcia, babilónica, china ni hindú…, no porque no naciera aquí o allá, en tal o cual mes, sino porque su lengua y los pensamientos que suscita no se refieren, ni por el sentido ni por el tiempo, a ninguna Tierra conocida, del Oriente ni del Occidente, nórdica o sureña. Inquietante extranjería: (…) ¿qué Tierra, entonces, mide la geometría?

Michel Serres, Los orígenes de la geometría (Les origines de la géométrie, 1993), traducción de Ana María Palos, Siglo XXI, México, 1996, pp. 13-14

a) ¿Qué hecho nos muestra que los hombres no somos la medida de todas las cosas?
b) ¿Qué significa en el texto que nosotros no lo hemos inventado todo?
c) ¿Dónde nació la geometría?
d) ¿Cómo se describe en el texto este lugar?
e) ¿Es griega, según el texto, la geometría?
f) ¿Cómo nos hace la razón entre todos los seres humanos, independientemente de la cultura o el origen?

El rey filósofo

Un esclavo era áneu lógou («carente de palabra») para los atenienses, para los espartanos, para todos los griegos y seguro que para los persas también. Pero no para la razón. Incluso cuando a estos seres humanos se les había negado cualquier derecho a la palabra, todavía les quedaba una forma de hablar ante la que cualquier ateniense, cualquier espartano o cualquier persa debía otorgar su asentimiento: la razón. Incluso el más pobre de los esclavos puede hablar con una autoridad superior a la de sus amos si deduce, por ejemplo, el teorema de Pitágoras. Así, parece como si la razón nos anunciara un mundo nuevo, una tierra todavía sin explorar en la que esclavos y amos, hombres y mujeres, fueran todos iguales.

Es muy probable que la perplejidad que supone la existencia de esta extraña «patria de todos y de nadie» sea el origen de todo lo que la historia de la filosofía ha significado para la historia de la humanidad. Porque, una vez ya atisbada esta «tierra nueva», la tierra de la razón, nos van a surgir infinidad de preguntas. Una de ellas podría ser la siguiente: ¿cómo deberíamos vivir los seres humanos una vez descubierta esta tierra nueva? ¿qué tipo de comunidad política se podría fundar sobre esta «tierra de todos y de nadie»?

Platón, República, en Diálogos IV, traducción de Conrado Eggers Lan, Editorial Gredos, Madrid, 1988, p. 282 (Libro V, 473d)

Hay un proyecto político que propuso el filósofo Platón y que conocemos con el nombre de «rey filósofo». La idea -hacer gobernar a los filósofos-, en principio, puede resultar un tanto extravagante: parece como si lo que se propusiera es que gobernasen el Estado los profesores de filosofía o los que salen en la tele con el título de filósofos. En realidad, no se trata de eso. Para comprender esto hay que pensar en la suerte de promesa política que se ha abierto, de repente, entre Menón y su esclavo, justo en el momento en el que han descubierto que hay algo en lo que están de acuerdo. ¿Es posible que ese acuerdo pudiera ser el comienzo de un proyecto político? Si ambos están de acuerdo en el modo en el que hay que medir la tierra, si ambos están de acuerdo en la «geo-metría», ¿por qué no habrían de estar de acuerdo en el modo de habitar la tierra? Pero, si pudiéramos construir una comunidad política basándonos en acuerdos similares, ¿seguirían existiendo esclavos en dicha comunidad? ¿Seguirían las mujeres sin el derecho a hablar en la Asamblea? ¿Seguirían los extranjeros -llamados metecos en la antigua Grecia- careciendo de derechos de ciudadanía? En definitiva: ¿qué ocurriría si no aceptásemos una autoridad política más alta que la razón? ¿Qué autoridad tendrían entonces los diferentes dioses y sus sacerdotes, los reyes y sus ministros, las tradiciones, las dinastías, los libros sagrados o la sangre azul? Se puede decir que, desde que nació en Grecia la filosofía, una gran inquietud política se había apoderado de la humanidad.

ACTIVIDADES (para realizar en el cuaderno/portafolio y comentar en clase):

25. EL REY FILÓSOFO. ¿En qué consiste el razonamiento que se hace Platón para inaugurar su proyecto político? 

26. EL REY FILÓSOFO. ¿Qué implicaciones tiene el proyecto político de Platón?

El proyecto político de la ilustración y nuestro sistema político actual

Este proyecto del que estamos hablando, en realidad, no se trata de una extraña utopía que nada o poco tenga que ver con la cotidianidad de nuestras vidas: nuestra sociedad actual -lo que en la asignatura de historia se llama «sociedad moderna» o «sociedad contemporánea»- surgió de unos movimientos históricos revolucionarios en los que la filosofía tuvo un papel esencial.

María Ángeles Isabel Bueno Martín (coord.), Historia del mundo contemporáneo, Bachillerato, Bruño, Madrid, 2008, pp. 30-31
María Ángeles Isabel Bueno Martín (coord.), Historia del mundo contemporáneo, Bachillerato, Bruño, Madrid, 2008, p. 32

Nuestros sistemas políticos europeos -a los que denominamos, orgullosamente, «Estados de derecho» o «democracias constitucionales«- son la herencia de un proyecto político que decidió ser consecuente con esa inquietud surgida con la filosofía griega. A este movimiento filosófico los llamamos Ilustración. Los filósofos de la Ilustración eran muy conscientes de estar retomando un guante que había sido lanzado a la historia de la humanidad por los antiguos filósofos griegos, especialmente por Sócrates, Platón y Aristóteles. En definitiva, se trataba de otorgar a la razón el derecho a legislar, a organizar la sociedad conforme a leyes racionales. Se trataba, por tanto, de construir políticamente una sociedad a partir de esa «tierra nueva» que la geometría había comenzado a medir y en la que todos los seres humanos teníamos iguales derechos.

De este modo, la perplejidad inicial surgida con el descubrimiento de esa tierra «de nadie y de todos» se convirtió -con las revoluciones modernas de los siglos XVII, XVIII y XIX- en un proyecto político en el que se defendía el protagonismo de la razón.

 

Extraído de: http://agrega.juntadeandalucia.es/repositorio/02072018/ce/es-an_2018070212_9165853/2_las_nuevas_ideas_revolucin_inglesa_ilustracin_y_liberalismo.html

ACTIVIDADES (para realizar en el cuaderno/portafolio y comentar en clase):

27. LA ILUSTRACIÓN. ¿Qué es la Ilustración?

La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.

La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea (…).

Sin embargo, para esa ilustración sólo se exige libertad y, por cierto, la más inofensiva de todas las que llevan tal nombre, a saber, la libertad de hacer un uso público de la propia razón, en cualquier dominio. Pero oigo exclamar por doquier: ¡no razones! El oficial dice: ¡no razones, adiéstrate! El financista: ¡no razones y paga! El pastor: ¡no razones, ten fe! (Un único señor dice en el mundo: ¡razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!) Por todos lados, pues, encontramos limitaciones de la libertad. Pero ¿cuál de ellas impide la ilustración y cuáles, por el contrario, la fomentan? He aquí mi respuesta: el uso público de la razón siempre debe ser libre, y es el único que puede producir la ilustración de los hombres. El uso privado, en cambio, ha de ser con frecuencia severamente limitado, sin que se obstaculice de un modo particular el progreso de la ilustración.

Entiendo por uso público de la propia razón el que alguien hace de ella, en cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo de lectores. Llamo uso privado al empleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto civil o de una función que se le confía. Ahora bien, en muchas ocupaciones concernientes al interés de la comunidad son necesarios ciertos mecanismos, por medio de los cuales algunos de sus miembros se tienen que comportar de modo meramente pasivo, para que, mediante cierta unanimidad artificial, el gobierno los dirija hacia fines públicos, o al menos, para que se limite la destrucción de los mismos. Como es natural, en este caso no es permitido razonar, sino que se necesita obedecer. Pero en cuanto a esta parte de la máquina, se la considera miembro de una comunidad íntegra o, incluso, de la sociedad cosmopolita; en cuanto se la estima en su calidad de docto que, mediante escritos, se dirige a un público en sentido propio, puede razonar sobre todo, sin que por ello padezcan las ocupaciones que en parte le son asignadas en cuanto miembro pasivo. Así, por ejemplo, sería muy peligroso si un oficial, que debe obedecer al superior, se pusiera a argumentar en voz alta, estando de servicio, acerca de la conveniencia o inutilidad de la orden recibida. Tiene que obedecer (…).

Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración? (1784) [traducción encontrada en internet y ligeramente modificada].
Otra traducción del texto aquí: “¿Qué es la Ilustración”, en: Filosofía de la Historia, traducción de Eugenio Ímaz, FCE, Madrid, 2000

a) ¿Qué dice el texto?

  • ¿Qué tipo de libertad exige, según Kant, la Ilustración?
  • ¿Se fomenta la libertad habitualmente?
  • ¿Qué usos distingue Kant de la libertad?
  • ¿Podrías definirlos?
  • ¿Qué quiere decir con «se tienen que comportar de un modo meramente pasivo»?
  • ¿Qué actitud es, por lo tanto, exigible para cada uno de ellos?

b) ¿Por qué dice eso el texto?

  • Averigua a qué época pertenece Kant, de dónde es y cuál es la situación político-social de su tiempo, tanto en su país como en Europa.
  • ¿Qué es la Ilustración?
  • ¿Cuál es el proyecto político ilustrado?

c) ¿Qué implica lo que dice?

  • ¿Es la razón simplemente una forma de conocer las cosas?

Tratemos de entender todo esto un poco mejor buscando alguna referencia a este proyecto político más cercana a nosotros en el tiempo. Si buscamos nosotros, habitantes de las sociedades contemporáneas, un lugar en el que se exija eso mismo que, al hilo de la geometría, tanto debió sorprender a los griegos, es decir, un lugar en el que se nos exija tratarnos con igualdad, independientemente de que seamos hombres o mujeres, pobres o ricos, protestantes o católicos, musulmanes o sintoístas, colombianos o senegaleses, etc., ¿dónde podríamos encontrarlo? En realidad no está demasiado lejos y es seguro que has oído hablar de él: se trata de ese lugar que nos hemos empeñado en tomar como referente básico de todos nuestros edificios políticos, como «vara de medir» de todas nuestras acciones y de todos nuestros esfuerzos éticos y políticos. Estamos hablando de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en concreto de su artículo segundo, el cual reza como sigue:

Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Declaración Universal de Derechos Humanos. Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948

Eleanor Roosevelt holding poster of the Universal Declaration of Human Rights (in English), Lake Success, New York. November 1949.

No hay que olvidar que la Declaración de 1948 es una remodelación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, dictada por el pueblo francés revolucionario en 1789. Esta Declaración fue pensada y redactada para servir de norma suprema a todos los actos del Gobierno. Se pretendía que, en adelante, ningún Parlamento podría legislar ni ningún Gobierno actuar en contra de lo estipulado en esa Declaración. Así, en el Preámbulo de la Declaración se puede leer:

Los Representantes del Pueblo Francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del Hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los Gobiernos, han resuelto exponer, en una Declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del Hombre, para que esta declaración, constantemente presente para todos los Miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; para que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse en todo momento con la finalidad de cualquier institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos.

El Constitucionalismo Garantista | Luigi Ferrajoli – IUS360 – 7 sept. 2019 [(1:00) «En los países en los que los derechos están protegidos por Constituciones rígidas, los derechos fundamentales y los derechos sociales son límites y vínculos al poder político; equivalen a una esfera de lo no-decidible, sobre lo que ninguna mayoría puede decidir».

ACTIVIDADES (para realizar en el cuaderno/portafolio y comentar en clase):

28. ¿Cuál es la función de la Declaración de los Derechos del Hombre?

De este modo, esa extraña tierra que habíamos podido vislumbrar primero gracias a la geometría, se convertía, nada más y nada menos, en la vara de medir con la que podía ser juzgado cualquier acto político de ahí en adelante. El intento de construir una comunidad desde una tierra «de todos y de nadie» comenzaba, así, a hacerse realidad.

Por estos hechos históricos, pues, nos equivocamos cuando entendemos la filosofía como una mera actividad teórica. Si pensamos en la geometría, por ejemplo, el filósofo trata de extraer las consecuencias que se derivan del hecho de que todos estemos de acuerdo -ya seamos hombres, mujeres, inmigrantes, nacionales, espartanos, atenienses o persas- con un teorema matemático. Pero este misterio al que nos estamos acercando en este tema no atañe solo a las matemáticas: desde esa extraña tierra en al que todos podemos estar de acuerdo se puede, también, además de pensar científicamente, actuar ética y políticamente. Aristóteles, en un famoso texto de su obra, parece invitarnos a ello:

No hemos de seguir los consejos de algunos que dicen que, siendo hombres, debemos pensar sólo humanamente y, siendo mortales, ocuparnos sólo de las cosas mortales, sino que debemos, en la medida de lo posible, inmortalizamos y hacer todo esfuerzo para vivir de acuerdo con lo más excelente que hay en nosotros

Aristóteles, Ética a Nicómaco (siglo IV a. C.), Libro X, 1178a, traducción de Julio Pallí Bonet, Editorial Gredos, Madrid, 1985, pp. 397-398

Eso que es «lo más excelente que hay en nosotros» es aquello que hemos llamado «razón«. Según Aristóteles, nos corresponde llevar una vida racional, pensar y actuar conforme a la razón. Y lo curioso de este texto es que sitúa esta capacidad humana por encima de nosotros mismos, en tanto que hombres y mujeres mortales. Esto resulta enigmático y, ciertamente, lo es: cuando somos racionales, estamos, de un modo enigmático y misterioso, por encima de todo aquello que nos define antropológica o sociológicamente hablando. Nos situamos, en virtud del pensamiento racional, en un lugar en el que ya no hablamos ni actuamos en tanto que españoles, italianos, senegaleses, espartanos o persas, hombres o mujeres, negros, blancos, amarillos o marrones: cuando deducimos el teorema de Pitágoras no importan nada estas características nuestras. Por esa razón, cuando nos proponemos «vivir de acuerdo a lo más excelente que hay en nosotros», vivir de acuerdo a la razón, nos estamos proponiendo algo tan extraño como que nuestros actos no sean la mera consecuencia ya de que seamos mujeres, negros, blancos o franceses. Esto no quiere decir que dejemos de ser esas cosas, que dejemos de ser, por ejemplo, atenienses; pero sí significa que nuestros actos no sean esclavos de lo atenienese. Ser racionales es no ser esclavos de nada, ni siquiera de lo que nos define en tanto que seres humanos nacidos en Atenas o Esparta, hombres o mujeres, altos o bajos, ricos o pobres. Que nuestros actos no dependan de nada de eso, en el sentido de que no sean un mero efecto de lo que somos, de nuestras identidades culturales o ideológicas, etcétera, es, sin más, lo que significa ser libre en este sentido.

Recapitulemos: gracias a la geometría, el ser humano, de pronto, se encontró situado en un lugar en el que no tenía más remedio que estar de acuerdo incluso con sus esclavos. Y ese lugar, esa «patria de nadie y de todos», a la que hemos denominado «razón», resulta que también podemos llamarla «libertad». Y el proyecto de la Ilustración de crear un Estado a partir de la razón era, a la vez, el proyecto de construirlo a partir de la libertad. Recuérdese el lema de la Revolución francesa: «Libertad, Igualdad, Fraternidad». El impulso político que había nacido en la historia de la filosofía se puso, en ese momento histórico, a la vanguardia de las revoluciones que dieron lugar a las sociedades modernas, esas sociedades de las que somos herederos.

ACTIVIDADES (para realizar en el cuaderno/portafolio y comentar en clase):

29. Explica la paradoja del texto de Aristóteles.

30. ¿Por qué decimos que la razón nos hace libres?