Unidad 3. ¿Qué es la filosofía? (3): El interés de lo desinteresado

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LOS APUNTES DE FILOSOFÍA (3) – 4º de ESO

Apuntes en PDF: Unidad 3 ¿Qué es la filosofía? (3): El interés de lo desinteresado.

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  • LECTURA PARA ESTE TEMA (para realizar en las sesiones en las que se permanezca en casa): «¿Hay que empezar el curso pegándole fuego al profesor de filosofía?», introducción de Michel Onfray, Antimanual de filosofía, traducción de Irache Ganuza Fernández, Editorial Edaf, Madrid, 2005, pp. 19-29. [Descárgalo AQUÍ exclusivamente para uso educacional].

Posibles temas para disertar tras la lectura: ¿qué es preferible, la verdad o la utilidad? ¿existe una verdad común o cada persona tiene su propia verdad? 

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Unidad 3. ¿Qué es filosofía? (3): El interés de lo desinteresado

El primer filósofo conocido se llamaba Tales y era de Mileto, una ciudad griega de la costa de Asia menor (en la actual Turquía). Fue considerado uno de los siete hombres más sabios de Grecia, pues sus conocimientos eran muy útiles para sus conciudadanos. Pero él, poco a poco, comenzó a descubrir el interés de las cosas que no sirven para nada.

Tales de Mileto y el nacimiento de la filosofía

En el tema anterior hemos hablado de una “patria de todos y de nadie”. Se trata de una “tierra nueva”, la cual no pertenece a espartanos o atenienses, tampoco a los persas, aunque al mismo tiempo es la tierra de todos ellos. También hemos dicho que podemos llamar “razón”o “libertad” al lugar desde el cual podemos proponernos habitar una tierra así (ese es, precisamente, el proyecto del movimiento ilustrado del siglo XVIII, del cual nuestras sociedades se consideran herederas).

Se puede decir que la humanidad “tropezó” por primera vez con ese enigmático “lugar” en el momento del surgimiento de la filosofía, algo que consideramos que ocurrió en Grecia alrededor del siglo VI antes de Cristo. Las historias de la filosofía suenen comenzar por Tales de Mileto (Θαλῆς ὁ Μιλήσιος – Thalḗs o Milḗsios, 624-546 a. C.). y una famosa anécdota que le ocurrió:

“- [El filósofo] se adentra en las profundidades de la tierra y lo mismo se interesa por su extensión, cuando se dedica a la geometría, que va más allá de los cielos en sus estudios astronómicos. Todo lo investiga buscando la naturaleza entera de los seres que componen el todo, sin detenerse en ninguna de las cosas que le son más próximas.
– ¿Por qué dices todo esto, Sócrates?
– Es lo mismo que se cuenta de Tales. Éste, cuando estudiaba los astros, se cayó en un pozo, al mirar hacia arriba , y se dice que una sirvienta tracia, ingeniosa y simpática, se burlaba de él, porque quería saber las cosas del cielo, pero se olvidaba de las que tenía delante de sus pies”

Platón, Teeteto (174a), traducción de A. Vallejo Campos, en Diálogos V, Editorial Gredos, Madrid, 1998, pp. 240-241

Tales de Mileto era uno de los llamados “siete sabios” de Grecia, una de las siete personas más admiradas debido a su sabiduría. Estos sabios, sin embargo, no eran filósofos: eran personas que sabían muchas cosas consideradas útiles para la ciudad (la pólis), y por eso se les admiraba. A Tales, en efecto, se le admiraba por ser un gran benefactor de la ciudad. En cambio, en tanto que filósofo, como nos cuenta Platón en la anécdota del pozo, se burlaban de él “incluso las esclavas” (la ingeniosa y simpática sierva tracia). De hecho, puede decirse que la sabiduría que le convertía en “sabio” a los ojos del resto de ciudadanos no era del mismo tipo que la que le convertía en “filósofo”.

Por ejemplo, se cuenta que Tales había ayudado al ejército del rey Creso de Lidia en su campaña contra Ciro el Grande de Persia (Heródoto I, 75) desviando el río Halis y permitiendo que el ejército lo cruzara y ganara, así, la batalla. Parece que lo logró ordenando que se construyera una presa río arriba, desviando de este modo el cauce del agua y situándolo a espaldas de los soldados.

También se dice que Tales logró predecir un eclipse, lo cual demostraba un gran conocimiento de los cielos, algo que resulta de lo más útil para orientarse en el mar. Algunas anécdotas más nos explican lo últiles que resultaban sus conocimientos para sus conciudadanos, que por esa razón le admiraban y respetaban.

Pero la anécdota del pozo incide en algo totalmente opuesto: en tanto que filósofo, Tales no solo resultaba inútil para su ciudad, sino que en realidad ni siquiera resultaba útil para sí mismo. Despistado y concentrado en sus pensamientos, se había caído en un pozo. Algunos de sus conciudadanos, que hacía ya tiempo que desconfiaban de él, le acusaban de estar cada vez más interesado en cosas a las que no se veía ninguna utilidad. Ante estas acusaciones, Tales respondía algo así: “la cuestión no reside en si son útiles o no, sino en si son verdad o no”. Si era o no verdad, por ejemplo, que el agua era el principio de todo, el arché (ἀρχή, «principio» u «origen»), del que todo había comenzado y del que todo estaba, en el fondo, compuesto.

Este tipo de cosas a las que se estaba empezando a dedicar Tales no parecían tener ningún interés para la ciudad y no podía comprender por qué el sabio le dedicaba tanto tiempo a intentar dilucidarlas. Según él, lo importante no era saber cosas útiles para la vida ciudadana, sino, sencillamente, saber, saber por saber, por amor al saber. Por eso comenzaron a llamarle “filósofo”, que en griego quiere decir “amante del saber”.

Muy probablemente, a Tales le llamaran “filósofo” para burlarse de él o, incluso, para despreciarlo. Y es que lo único en lo que se fijaban los habitantes de Mileto era en que la “filosofía” apartaba a Tales de los asuntos útiles para la ciudad, con lo que la polis se beneficiaba cada vez menos de su sabiduría. Tales parecía siempre distraído, absorto en cosas supuestamente más importantes. Así las cosas, es muy probable que muchos le consideran un viejo loco, incapaz de encaminar los pasos de la ciudad, o si quiera los suyos propios sin acabar cayéndose en algún pozo.

Aristóteles, Política, Libro I, “Diferentes ramas de la crematística. El monopolio”, 1259a 9-10; introducción, traducción y notas de Manuela García Valdés, Editorial Gredos, Madrid, 1999, p. 77

Tales decidió vengarse de sus conciudadanos de Mileto. Pudo deducir y predecir con acierto que la cosecha de aceitunas de ese año sería mucho más abundante de lo habitual y, ocultándoselo a todo el mundo, se puso a comprar todas las prensas para fabricar aceite. Como nos cuenta Aristóteles, llegó un momento en el que todo el mundo tenía toneladas de aceitunas, pero no podían hacer nada con ellas, pues todas las prensas estaban en manos de Tales, que aprovechó para alquilarlas al precio que quiso. De este modo, demostró Tales a sus conciudadanos que si él se ocupaba de la filosofía y no de “cosas útiles” no era porque estuviera loco, sino porque había descubierto algo mucho más importante que la utilidad, algo más importante que la fama, la victoria en las batallas o las riquezas. Y estaba convencido de que ese descubrimiento era algo que iba a cambiar enteramente la vida de su ciudad y de todas las ciudades del mundo.

Ryan Dunlavey and Fred Van Lente, The More Than Complete Action Philosophers!, Evil Twin Comics, 2012

Y así fue: al caerse en ese pozo, Tales había desatado una fuerza portentosa que en adelante no dejaría de agitar la historia occidental. La idea era, como venimos ya adelantando, que la vida en la ciudad tuviera su centro de gravedad en torno a la verdad, la dignidad y la justicia. Se trataba de que, a partir de ese momento, la ciudadanía dejara de conformarse con ganar batallas y perseguir con éxito sus intereses. La cosa es que ya nada resultase a la ciudad suficientemente bueno si no era, además de útil o conveniente, justo y verdadero.

Pero para los conciudadanos de Tales esto no tenía mucho sentido. Tal vez, pensaban que lo justo y lo verdadero no podía ser otra cosa que lo que era útil o conveniente para la ciudad, como quizá pensamos también muchos de nosotros a día de hoy. Es probable que pensemos que eso de la “verdad” o la “justicia” son “cosas de filósofos” y que, en realidad, no hay más verdad o justicia que la que es útil a la sociedad en la que vivimos. Pero las cosas se ven de manera muy distinta desde la filosofía. Quien dice la verdad no es quien tiene más poder para mentir. Y la justicia no consiste, ni mucho menos, en que los poderosos impongan su voluntad porque tengan fuerza para hacerlo. Solo la razón (que es aquello que nos iguala, aquello que todos compartimos, que es común) puede decidir lo que es justo o lo que es verdadero. Y por encima de la razón -y ahora podemos comprender mejor el significado profundo del “rey filósofo” platónico del que hablamos anteriormente- no debe haber ninguna autoridad.

Actividades de comprensión de los apuntes:

    1. ¿Qué anécdotas sobre la vida de Tales de Mileto hemos conocido en este tema? ¿Cuáles son las conclusiones que podemos extraer de las mismas?
  • Lee el siguiente texto sobre las causas del origen de la filosofía escrito por Aristóteles y responde a las preguntas sobre el mismo:

    Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los sentidos; pues, al margen de su utilidad, son amados a causa de sí mismos (…). La llamada sabiduría versa, en opinión de todos, sobre las primeras causas y sobre los principios (…). Que no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya por los que primero filosofaron. Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia (…). De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por alguna utilidad. Y así lo atestigua lo ocurrido. Pues esta disciplina comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es, pues, evidente que no la buscamos por ninguna utilidad, sino que, así como llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues ésta sola es para sí misma.

    Aristóteles, Metafísica, Edición trilingüe por Valentín García Yebra, Editorial Gredos, Madrid, 1990, 980a-982b, pp, 2-15

    a) ¿Qué dice el texto?
    ¿Por qué buscan los hombres el saber?
    ¿De qué trata la sabiduría?
    ¿Cuál es el motor de la búsqueda en los primeros filósofos?
    ¿Qué presupone la admiración? ¿Por qué filosofaron por primera vez?
    ¿Qué pruebas nos da Aristoteles?
    ¿Por qué llama a la filosofía “ciencia libre”?
    b) ¿Por qué lo dice?
    ¿Qué otras formas de saber hay?
    ¿Cuáles son útiles y cuáles no?
    c) ¿Qué implica lo que dice?
    Aristóteles entiende que para que surja la filosofía tienen que darse dos circunstancias: admiración y ocio. ¿Qué tiene esto que ver con la libertad?
    ¿Qué resultados puede tener el pensar en libertad?