Unidad 7. La reflexión filosófica sobre el ser humano y el sentido de la existencia

  • ACTIVIDAD para realizar antes, durante y después del tema:
    ¿Qué entendemos por «sentido» y por «vida» cuando hablamos del sentido de la vida? ¿Te has hecho alguna vez esta pregunta? Explica en qué situación te planteaste esta pregunta o alguna relacionada.

FILOSOFÍA – 1º DE BACHILLERATO

UNIDAD 7. LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE EL SER HUMANO Y EL SENTIDO DE LA EXISTENCIA

1. Concepciones sobre el ser humano
– La visión griega
– A imagen de Dios
– El humanismo renacentista
– La Ilustración
– Algunas humillaciones
– El siglo XX

2. El sentido de la vida humana
– La cuestión del sentido


FUENTES principales para la elaboración de los apuntes:
Juan Méndez Camarasa et al., Filosofía 1, Edebé, Barcelona, 2016
César Tejedor Campomanes, Introducción al pensamiento filosófico, SM, Madrid, 1996

Unidad 7: La reflexión filosófica sobre el ser humano (apuntes en PDF)
Unidad 7: La reflexión filosófica sobre el ser humano (actividades en PDF)

Sigmund Freud, El malestar en la cultura, traducción de Ramón Rey Ardid, Alianza Editorial, Madrid, 2000, pp. 19 y 20


1. Concepciones sobre el ser humano

Kant señaló que todas las preguntas de la filosofía se pueden resumir en una sola: ¿Qué es el ser humano?

«Das Feld der Philosophie in dieser weltbürgerlichen Bedeutung läßt sich auf folgende Fragen bringen:

1) Was kann ich wissen?
2) Was soll ich thun?
3) Was darf ich hoffen?
4) Was ist der Mensch?

Die erste Frage beantwortet die Metaphysik, die zweite die Moral, die dritte die Religion und die vierte die Anthropologie. Im Grunde könnte man aber alles dieses zur Anthropologie rechnen, weil sich die drei ersten Fragen auf die letzte beziehen»

Immanuel KantLogik, Ein Handbuch zu Vorlesungen, Königsberg, Friedrich Nicolovius, 1800, Seite 25.

«El campo de la filosofía en esta significación mundana puede ser reducido a las siguientes cuestiones:

1) ¿Qué puedo saber?
2) ¿Qué debo hacer?
3) ¿Qué me está permitido esperar?
4) ¿Qué es el hombre?

La primera pregunta la contesta la metafísica, la segunda la moral, la tercera la religión y la cuarta la antropología. En el fondo se podría asignar todo esto a la antropología, porque las tres primeras cuestiones se refieren a la última»

(Trad. por Jacinto Rivera de Rosales, en “Realidad e interésEl horizonte de la filosofía kantiana”, Eidos: Revista de FilosofíaNº. 3, 2005págs. 8-35)

En este vídeo/tema vamos a tratar de pensar acerca de cuál puede ser el sentido de la existencia humana. Para ello vamos a comenzar repasando algunas de las respuestas que se han dado históricamente a la interrogación sobre qué somos nosotros los humanos, en qué consiste nuestra condición. ¿Y por qué es esta una pregunta que merece la pena hacerse? Quizá porque a ella se remiten, en último término, las cuestiones que más nos preocupan. Por ejemplo, tras una sesión de noticias de actualidad en la televisión o en internet, tal vez nos preguntemos: ¿por qué renacen una y otra vez -a pesar del aparente progreso de la humanidad- las mismas atrocidades que ya se creían superadas, esto es, las guerras, los genocidios, las violaciones, las violencias de todo tipo? ¿Es que somos, por naturaleza, agresivos y egoístas, y nada puede remediarlo? ¿O, tal vez, más bien somos naturalmente buenos y altruistas y es la sociedad la que nos envilece, como sugirió Rousseau? La respuesta que demos a este tipo de preguntas va, sin duda, a afectar nuestra visión acerca de la economía, la política, la educación… Porque no es lo mismo, en cualquier ámbito, partir de una confianza radical en el carácter altruista y bondadoso del ser humano que partir de todo lo contrario. Y la visión que del ser humano manejemos influirá en nuestra idea acerca del sentido de la existencia humana. Por eso vamos a intentar hacernos cargo de esta pregunta: ¿Qué es el ser humano?

– La visión griega

El héroe homérico

José M. Pabón, Diccionario Manual Griego. Griego clásico-Español, Vox – Lenguas Clásicas, Madrid, 1967

En la época griega arcaica todavía no existía la idea del cuerpo como una unidad. El término sóma, que se traduce por «cuerpo», se refería entonces al cuerpo sin vida, al cadáver. Mientras está vivo, las referencias al cuerpo se hacen a partir de una pluralidad de términos que corresponden a sus partes visibles (brazos, cabeza, pies…) o a los órganos internos (corazón, pulmones, estómago…). Todo ello es considerado como sometido al efecto de diferentes fuerzas y energías que son la causa de los movimientos corporales y de las emociones. No se da aún una distinción entre lo puramente físico y los psíquico (entre el cuerpo y el alma). Esta concepción se encuentra presente en el siglo VIII a. C., en los relatos de Homero de la Ilíada y la Odisea. En ambos textos, el término «psyché» (alma) tiene, a la vez, los siguientes significados:

  • El principio que hace posible la vida y el movimiento. Se trata de un principio vital que es impersonal, es decir, el mismo en todos los seres vivos, y abandona el cuerpo cuando estos mueren.
  • La sombra o el doble del muerto, como espectro o espíritu personal, que pasa a habitar el Hades, el reino de las tinieblas. En un pasaje famoso de la Odisea, el espectro de Aquiles le confiesa a Ulises que preferiría ser el sirviente más pobre de los hombres que ser el gran rey Aquiles en el reino de los muertos.
Alfonso Ortega Carmona, «Homero. Primeras representaciones griegas sobre el alma», en Myrtia, nº 23, 2008, pp. 9-15
Homero, Odisea, traducción de José Manuel Pabón, Editorial Gredos, Madrid, 1998, p. 279 (Canto XI, 475-495)

 

José M. Pabón, Diccionario Manual Griego. Griego clásico-Español, Vox – Lenguas Clásicas, Madrid, 1967
Carlos Beorlegui, Antropología filosófica: Dimensiones de la realidad humana, Publicaciones de la Universidad de Deusto, Bilbao, 2016, p. 201
Bruno Snell, El descubrimiento del espíritu, traducción de Joan Fontcuberta, Acantilado, Barcelona, 2000, p. 23. Una versión en inglés puede consultarse aquí -vid. p. 5-
Bruno Snell, The Discovery of the Mind. The Greek Origins of European Thought, translated by T. G. Rosenmeyer, Basil Blackwell, Oxford, 1953, pp. 4-5
Juan Carlos Rodríguez Delgado, El desarme de la cultura: una lectura de la Ilíada, katz, Madrid, 2010, p. 83

 Burbank Films Australia – The Odyssey (1987) (20:10, Canto XI, en el Hades)

 BBC: Ancient Greek Heroes – The Odyssey (2004) (19:19, Canto XI, en el Hades, Aquiles y Ulises)

Bruno Snell, The Discovery of the Mind. The Greek Origins of European Thought, translated by T. G. Rosenmeyer, Basil Blackwell, Oxford, 1953, pp. 8-9
José M. Pabón, Diccionario Manual Griego. Griego clásico-Español, Vox – Lenguas Clásicas, Madrid, 1967, pp. 300-301
José M. Pabón, Diccionario Manual Griego. Griego clásico-Español, Vox – Lenguas Clásicas, Madrid, 1967, p. 412

Para hablar sobre la voluntad o el carácter de una persona, Homero usa el término «thymós» (θυμός), mientras que para hacer referencia al sentido de la vista y a nuestra capacidad de representarnos las cosas, usa «nóos». Así, a este respecto, se observa que no hay un núcleo unitario en el cual pueda situarse la clave de la identidad del yo.

En Homero se aprecia que la concepción del ser humano presenta la identidad (el qué somos), como algo que nos viene dado desde fuera, es decir, algo que nos viene dado por los demás: son los otros los que, al reconocernos como alegres, tristes, valientes, cobardes, inteligentes, necios, generosos, tacaños, etc., van fijando aquello que somos.

Así, desde esta visión, el máximo bien consiste en lograr la aceptación y el reconocimiento de los demás, mientras que el mayor mal sería cosechar su burla o desprecio. De ahí que el objetivo de la vida pase a ser el alcanzar el honor, la fama o la gloria, gracias a las grandes gestas que uno haya podido protagonizar. Para ello es fundamental que el héroe homérico cultive la areté, esto es, la virtud o excelencia que nos capacita para lograr tan altas metas, desafiando, si cabe, incluso, a los propios dioses. No obstante, solo los nobles aristócratas disponen de las condiciones propicias para el desarrollo de esa areté que pueda dar paso a la alabanza pública.

Bruno Snell, The Discovery of the Mind. The Greek Origins of European Thought, translated by T. G. Rosenmeyer, Basil Blackwell, Oxford, 1953, pp. 12-13
Erwin Rohde, Psique: La idea del alma y la inmortalidad entre los griegos, traducción de Wenceslao Roces, FCE, México-Buenos Aires, 1948, p. 32
En los estudios antropológicos de diferentes culturas es importante hacer una distinción entre aquellas que se basan en el temor a la vergüenza y las que se basan en el miedo a la culpabilidad (…). Una sociedad que inculca normas absolutas de moralidad y confía en el desarrollo de la conciencia en el hombre es por definición una cultura basada en el miedo a sentir culpa (…). En una cultura en la que la vergüenza es una de las penalidades más serias, la gente se siente mortificada por actos que a nosotros, por el contrario, nos causarían una sensación de culpabilidad. Este malestar puede ser muy intenso y no se alivia, como la culpabilidad, mediante la confesión y la expiación. Un hombre que ha pecado puede sentir alivio al desahogarse. Este artificio ha sido usado como nuestra terapia secular y por numerosos grupos religiosos (…). Sabemos que alivia. Sin embargo, cuando la vergüenza es el mayor castigo, un hombre no siente alivio exponiendo públicamente su falta (…). Las verdaderas culturas “de la vergüenza” se apoyan sobre sanciones externas para el buen comportamiento, no sobre una convicción interna del pecado, como en las verdaderas culturas de “de culpabilidad”. La vergüenza es una reacción ante las críticas de los demás (…). En la ética japonesa, la vergüenza ocupa el mismo lugar influyente que “una conciencia limpia”, “estar a bien con Dios” y evitar el pecado ocupan en la ética occidental (…). La primacía de la vergüenza en la vida japonesa significa, como lo significa en cualquier tribu o nación que la siente profundamente, que toda persona ha de estar atenta al juicio de los demás sobre sus actos. Con solo imaginar cuál será el veredicto, orienta su comportamiento en esa dirección. Cuando todo el mundo juega siguiendo las mismas reglas y se apoya mutuamente, el japonés se siente despreocupado y cómodo (…). Pero son especialmente vulnerables cuando intentan exportar sus virtudes a países extranjeros, donde sus normas formales sobre el buen comportamiento se derrumban”: Ruth Benedict, El crisantemo y la espada, traducción de Javier Alfaya, Alianza Editorial, Madrid, 2016, pp. 267-270
Jean-Pierre Vernant, El Hombre Griego, Alianza Editorial, Madrid, 1995, pp. 27 y 28

E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional, versión de María Araujo, Alianza Editorial, Madrid, 2001, p. 30

El cuerpo como cárcel

Más adelante, hacia el siglo VI a. C., los defensores del orfismo y el pitagorismo (movimientos ambos de carácter científico y religioso) pasaron a interpretar la «psyché» como una sustancia o entidad espiritual, el alma, de origen sobrenatural e inmortal, que se encontraba en comunicación intelectual con la divinidad, mientras que el cuerpo era simple materia corruptible. En esta concepción de la naturaleza humana, el alma representa la dimensión positiva de la persona, mientras que el cuerpo contiene la parte negativa. Cuando el alma es expulsada del mundo divino por cometer alguna acción que molesta a los dioses, cae al mundo material y queda encerrada en un cuerpo, del que no se liberará hasta que este muera.

«El núcleo doctrinal del orfismo era una reinterpretación del mito de Dionisos-Zagreo. Según este mito narrado poéticamente por los órficos, Dionisos -hijo del dios supremo Zeus y de Perséfone-, fue descuartizado y devorado por los Titanes, potencias malvadas envidiosas de Zeus. En este sangriento festín dejaron solamente el corazón del pequeño Dionisos, que fue entregado a Zeus por Palas Atenea. Zeus, para vengar la muerte de su hijo, después de ingerir el corazón de éste y provocar así su resurrección, castigó a los Titanes fulminándolos con su rayo divino y reduciéndolos a cenizas. De estas cenizas surgió la especie humana que, de esta manera, presenta una naturaleza dual: por una parte el cuerpo, descendiente de las cenizas correspondientes a los Titanes; por otra, el alma, derivada de la parte de las cenizas correspondiente al cuerpo devorado de Dionisos. Al igual que el cuerpo de Dionisos quedó prisionero en el seno del cuerpo de los Titanes, el alma humana -que procede de Dionisos- es prisionera del cuerpo, cuyo origen son las cenizas de la parte correspondiente a los Titanes. Puede verse que, desde el punto de su estructura, este mito comparte muchas características comunes con otras narraciones mistéricas. En muchas de ellas se trata de un dios padre y un dios hijo; la pasión, muerte y posterior resurrección de éste, que sirve de modelo y esperanza para una humanidad dual (cuerpo malo y orientado a lo material, y alma de origen divino prisionera del cuerpo) que ha de entender la vida como preparación para otra vida más alta. También el rito fundamental que se impuso entre los órficos consistía en una comida ritual, en la que se rememoraba la pasión y muerte de Dionisio, es decir, una comunión en la que se ingiere sustancia divina, como es común en otros ritos mistéricos». Orfismo, en Encyclopaedia Herder.
María Carmen Rusiñol Pautas, Pitágoras: número, armonía y esferas, Punto Rojo Libros, Sevilla, 2017, pp. 74 y 75
María Carmen Rusiñol Pautas, Pitágoras: número, armonía y esferas, Punto Rojo Libros, Sevilla, 2017, pp. 74 y 75
Giovanni Filoramo (ed.), Diccionario AKAL de las religiones, traducción de María Teresa Robert Rogla, Akal, Madrid, 2001, p. 412
Alberto Bernabé Pajares, «Orfismo y cristianismo», en Mercedes López Salvá, Ignacio Sanz Extremeño, Pablo de Paz Amérigo (eds.), Los orígenes del cristianismo en la literatura, el arte y la filosofía, Dykinson, Madrid, 2016, p. 18
Alberto Bernabé Pajares, «Orfismo y cristianismo», en Mercedes López Salvá, Ignacio Sanz Extremeño, Pablo de Paz Amérigo (eds.), Los orígenes del cristianismo en la literatura, el arte y la filosofía, Dykinson, Madrid, 2016, p. 20
Alberto Bernabé Pajares, «Orfismo y cristianismo», en Mercedes López Salvá, Ignacio Sanz Extremeño, Pablo de Paz Amérigo (eds.), Los orígenes del cristianismo en la literatura, el arte y la filosofía, Dykinson, Madrid, 2016, p. 19
Giovanni Reale y Dario Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico, I: Antigüedad y Edad Media, traducción de Juan Andrés Iglesias, Herder, Barcelona, 2008, p. 26

Influido por ellos, Platón recogerá esta idea de que el alma es de naturaleza espiritual, hallándose unida temporalmente al cuerpo. Una vez que sale del cuerpo, su futuro dependerá de cómo haya vivido en él: si ha logrado mantenerse pura y no dejarse contaminar por las tendencias negativas del cuerpo, logrará volver con los dioses; si se encuentra muy contaminada, descenderá al Hades y allí padecerá castigos durante años. En el caso de que no suceda nada de lo anterior, se reencarnará en otro cuerpo, para disponer de una nueva oportunidad para limpiarse.

“Alma”, en José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Tomo I (A-D), Editorial Ariel, Barcelona, 1998, pp. 109-118
“Alma”, en José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Tomo I (A-D), Editorial Ariel, Barcelona, 1998, pp. 109-118
“En tanto tengamos el cuerpo y nuestra alma esté contaminada por la ruindad de éste, jamás conseguiremos suficientemente aquello que deseamos. Afirmamos desear lo que es verdad. Pues el cuerpo nos procura mil preocupaciones (…). Nos colma de amores y deseos, de miedos y de fantasmas de todo tipo (…). ¡Cuán verdadero es el dicho de que con él no nos es posible meditar nunca nada! #plato #leyendohistoriadelafilosofía #elserhumano #losapuntesdefilosofía Platón, Fedón, traducción de Carlos García Gual, Gredos, Madrid, 1997 pp. 44-46 (66b-67d) / Jacques-Louis David, “La Mort de Socrate” (1787)
“El que se abona al deseo y a la ambición y se aplica con intensidad a todo eso engendra todas las doctrinas mortales y se vuelve lo más mortal posible (…). Para el que se aplica al aprendizaje y a los pensamientos verdaderos y ejercita especialmente este aspecto en él (…), puesto que cuida siempre de su parte divina y tiene en buen orden al dios que habita en él, es necesario que sea sobremanera feliz” #plato #losapuntesdefilosofía #leyendohistoriadelafilosofía Platón, Timeo, traducción de Francisco Lisi, Gredos, Madrid, 1997, p. 258 (90a-c)
Giovanni Reale y Dario Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico, I: Antigüedad y Edad Media, traducción de Juan Andrés Iglesias, Herder, Barcelona, 2008, p. 146
Leslie Stevenson y David L. Haberman, Diez teorías de la naturaleza humana, traducción de Carmen García Trevijano, Cátedra, Madrid, 2015, p. 104

La reacción empirista

Aristóteles se mostrará crítico con la idea de la reencarnación del alma de su maestro Platón. Al interpretar Aristóteles el alma como aquella organización de la materia que hace posible que un cuerpo tenga vida, desechará la teoría de que el alma de una persona pueda existir antes que el cuerpo, o que pueda pasar de un cuerpo a otro. Por ello, atribuirá alma a todos los seres vivos, aunque distinguirá entre el alma vegetativa (que es la que posibilita las funciones de la respiración, nutrición y reproducción), el alma sensitiva (que además incorpora la capacidad de la sensación) y el alma racional (exclusiva de los seres humanos). Gracias al alma racional disponemos de pensamiento y lenguaje: el hombre es el «animal que habla», el animal que se expresa mediante el lenguaje, a través del cual comparte con los demás sus pensamientos y sentimientos. Esto hace que igualmente podamos caracterizar al ser humano como un animal político, pues se hace humano en la sociedad, en la polis.

Aristóteles, Acerca del alma (412 a20), introducción, traducción y notas de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1999, p. 168
Aristóteles, Acerca del alma (414 b19), introducción, traducción y notas de Tomás Calvo Martínez, Editorial Gredos, Madrid, 1999, p. 176
Leslie Stevenson y David L. Haberman, Diez teorías de la naturaleza humana, traducción de Carmen García Trevijano, Cátedra, Madrid, 2015, p. 128
Tomás Calvo Martínez, Aristóteles y el aristotelismo, Akal, Madrid, 2008, p. 26
Aristóteles, Política (1253a), introducción, traducción y notas de Manuela García Valdés, Editorial Gredos, Madrid, 1999, pp. 50-51

A pesar de esta visión dualista del ser humano, la cual ha perdurado y predominado hasta nuestros días, hubo también en la Grecia Antigua concepciones discrepantes como las de los atomistas: Leucipo, Demócrito y Epicuro optaron por una concepción materialista. Para estos filósofos, todo lo que existe, cuerpos y almas incluidos, se compone de átomos y vacío. Así, no consideraban que el cuerpo y el alma fuesen de distinta naturaleza, sino que ambos eran materia. Los atomistas pensaban que una persona es una estructura formada por átomos del cuerpo, átomos del alma y vacío (el espacio libre que hay entre átomos). Pensaban que los átomos del alma eran los responsables de la vida y asociaban la vida con el calor (pues los cuerpos, al morir, se enfrían), llegando a la conclusión de que los átomos del alma debían ser esféricos (como pensaban que eran los del fuego), pero aún más sutiles y ligeros. Estos estarían repartidos por todo nuestro ser, si bien se concentrarían en mayor número en las zonas más calientes del cuerpo. Desde este enfoque materialista, se rechazaba completamente la existencia de un yo después de la muerte del cuerpo: cada átomo seguirá existiendo eternamente pero nosotros, no. Y es que, mientras vivimos, al respirar, comer o beber ganamos átomos, y al sudar o expirar aire, por ejemplo, los perdemos. Cuando morimos dejamos de ingerir átomos y solo los perdemos, por lo que la estructura de la persona se va destruyendo.

Epicuro, Carta a Heródoto, 63-66, en Carlos García Gual, Epicuro, Alianza Editorial, Madrid, 2002, pp. 106-107
“Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo mal y bien reside en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte 💀 hace dichosa la condición mortal de nuestra vida; no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de la inmortalidad. Nada hay, pues, en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no vivir (…). Así que el más espantoso de los males nada es para nosotros, puesto que, mientras nosotros somos, la muerte no está presente, y cuando la muerte se presenta, entonces no existimos” Epicuro, Epístola a Meneceo, 124-125; traducción de Carlos García Gual (citado por Emilio Lledó, El epicureísmo, Círculo de Lectores, Barcelona, 1995, p. 82)

– A imagen de Dios

En el politeísmo grecorromano, los dioses se parecían a los seres humanos y su comportamiento reflejaba las maldades y virtudes humanas. Por el contrario, el cristianismo creía en un Dios espiritual, todopoderoso y dotado de perfección, que había creado al hombre a su imagen y semejanza, dotándolo de un arma inmortal. Este Dios, que había sido anunciado por los profetas, se encarnará en la figura de Jesucristo y vivirá (y morirá) humanamente para traer un mensaje de salvación. El cristianismo incorpora el concepto de un Dios personal, con el que el hombre puede mantener una relación de intimidad a través de la oración. No obstante, a causa del pecado original de Adán y Eva por desobedecer la voluntad de Dios, todo ser humano nace con una mancha que deberá limpiar a través del bautismo, mediante el cual manifiesta su voluntad de ingresar en la comunidad de vida cristiana, comprometiéndose a hacer buen uso de la libertad que le ha sido entregada por Dios, siguiendo los mandamientos y llevando a cabo una vida inspirada por el amor al prójimo.

Giovanni Reale y Dario Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico, I: Antigüedad y Edad Media, traducción de Juan Andrés Iglesias, Herder, Barcelona, 2008, p. 26
Leslie Stevenson y David L. Haberman, Diez teorías de la naturaleza humana, traducción de Carmen García Trevijano, Cátedra, Madrid, 2015, p. 89
Evangelio según San Mateo 22, 36-40, La Biblia, traducción argentina, 1990, página de La Santa Sede.
Primera Carta de San Juan, 4, 7-8, La Biblia, traducción argentina, 1990, página de La Santa Sede.
Alberto Bernabé Pajares, «Orfismo y cristianismo», en Mercedes López Salvá, Ignacio Sanz Extremeño, Pablo de Paz Amérigo (eds.), Los orígenes del cristianismo en la literatura, el arte y la filosofía, Dykinson, Madrid, 2016, p. 22

Este sentimiento de amor universal hacia el resto de los seres humanos, que son concebidos ahora como «hermanos» en tanto que todos somos hijos de Dios Padre, dará lugar a una idea altamente novedosa: la necesidad de saber perdonar a quienes nos ofenden. Del mismo modo que el hombre reconoce su imperfección y sabe que sin la misericordia divina no sería posible su salvación, debe imitar el modelo de Cristo para perdonar a quienes le causen algún tipo de daño, pues todos nos equivocamos, y si todos respondemos al mal con el mal, no haremos posible la instauración del reino de Dios en la Tierra.

Durante la Edad Media, grandes teólogos y filósofos como Agustín de Hipona (354-430) o Tomás de Aquino (1225-1274) destacaron en la elaboración de una filosofía cristiana, cuyo principal objetivo era hacer más comprensibles cuestiones controvertidas como, por ejemplo, de qué modo había que entender las relaciones entre la razón y la fe, o cómo hacer compatibles la libertad humana y el hecho de que Dios lo sepa todo. En esta época, según la expresión de Juan Damasceno, la filosofía tiene como función estar al servicio de la teología («Philosophia ancilla theologiae«).

Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, UNAM, México, 2011 (1ª ed. 1964), p. 121
Martin Grabmann, Historia de la filosofía medieval, traducción de Salvador Minguijón, Editorial Labor, Barcelona, 1928

– El humanismo renacentista

Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, UNAM, México, 2011 (1ª ed. 1964), p. 191

Entre los siglos XIV y XVI tiene lugar un movimiento artístico y cultural denominado Renacimiento, que se origina en Italia y desde allí se expande al resto de Europa. Los artistas e intelectuales renacentistas encuentran su inspiración en el legado de la antigüedad clásica grecorromana: tanto a nivel estético como filosófico se vive un gran interés por recuperar las fuentes clásicas, pues en esta época despiertan un gran interés. El movimiento intelectual más destacado que surge en esta época es el llamado Humanismo, conforme al cual se pasa de una cultura medieval de corte teocéntrico (todo gira en torno a Dios y a la relación del ser humano con Dios) a una cultura antropocéntrica (el ser humano pasa a ser el centro y el punto de partida de toda reflexión). El ambiente es de un mayor optimismo con respecto a la posibilidad humana de goce de la vida terrena, así como a las capacidades humanas racionales: los humanistas exaltarán la autonomía intelectual y moral del individuo, sin renunciar a las creencias cristianas.

Victoria Charles, traducción de Paula Lara Domínguez, El Renacimiento, Parkstone, 2012, p. 6

Dentro de este marco de exaltación entusiasta antropocéntrica destaca Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) por su reivindicación relativa a la dignidad humana: el ser humano ha sido creado por Dios como un ser libre por naturaleza, lo cual le permite elegir el tipo de vida que más le satisfaga, a diferencia de los animales, que permanecen sujetos a los mandatos del instinto. Pico de la Mirándola propone una concepción del ser humano en la que se unen el mito de Prometeo y el relato bíblico de la creación, junto con la teoría platónica de las Ideas (modelos ejemplares). Cuando Dios termina la creación del cosmos, decide crear alguien que pudiera apreciarla; pero se encuentra con que ya no queda ni sitio ni “modelo” para ningún ser más:

«Por ello, acabado ya todo (…), pensó al fin crear al hombre. Pero ya no quedaba en los modelos ejemplares una nueva raza que forjar, ni en las arcas más tesoros como herencia que legar al nuevo hijo, ni en los escaños del orbe entero un sitial donde asentarse el contemplador del universo. Ya todo lleno, todo distribuido por sus órdenes sumos, medios e ínfimos. (…) Decretó al fin el supremo Artesano que, ya que no podía darse nada propio, fuera común lo que en propiedad a cada cual se había otorgado. Así pues, hizo del hombre la hechura de una forma indefinida, y, colocado en el centro del mundo, le habló de esta manera: “No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, ni un oficio peculiar, ¡oh Adán!, para que el puesto, la imagen y los empleos que desees para ti, esos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección. Para los demás, una naturaleza contraída dentro de ciertas leyes que les hemos prescrito. Tú, no sometido a cauces; algunos angostos, te la definirás según tu arbitrio al que te entregué. Te coloqué en el centro del mundo, para que volvieras más cómodamente la vista a tu alrededor y miraras todo lo que hay en ese mundo. Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras para ti. Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos; podrás realzarte a la par de las cosas divinas, por tu misma decisión.” (…) Lo que cada cual cultivare, aquello florecerá y dará su fruto dentro de él. Si lo vegetal, se hará planta; si lo sensual, se embrutecerá; si lo racional, se convertirá en un viviente celestial; si lo intelectual, en un ángel y en un hijo de Dios».

Pico de la Mirándola, De la dignidad del hombre, traducción de L. Martínez Gómez, Madrid, Editora Nacional, 1984, pp. 103-106 (Esta traducción puede consultarse AQUÍ. Otra versión del texto puede consultarse AQUÍ).

Así, si el pensamiento cristiano de la Edad Media había concebido la vida como un simple trámite hacia la salvación o la condena eterna, los pensadores del renacimiento reivindican el valor intrínseco de nuestra existencia y, dentro de esta, la capacidad creativa del ser humano, esto es, sus dotes artísticos e intelectuales; se defendía, de este modo, el valor de la conciencia subjetiva, es decir, la capacidad que tiene todo sujeto de emplear su racionalidad para criticar y analizar la tradición y los valores de la sociedad.

– La Ilustración

Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, UNAM, México, 2011 (1ª ed. 1964), p. 285

Entre los siglos XVI y XVIII tuvo lugar un gran desarrollo de las ciencias, que dio lugar a una concepción mecanicista del cosmos: pasó a verse el universo como una gran máquina. Este principio también se aplicó al ser humano, pues en lo que se refiere al cuerpo, se consideró que funcionaba según esas mismas leyes físicas que se aplicaban a toda la materia: el cuerpo humano fue concebido con una máquina. De todas formas, numerosos filósofos de este período afirmarán que, al estar el cuerpo en contacto con el alma y al ser esta de naturaleza no material, sino espiritual, el ser humano es un ser dotado de entendimiento y libertad.

Por otro lado, los avances científicos y técnicos que se fueron produciendo durante la Modernidad fueron aumentando progresivamente la confianza en la capacidad de la razón para poder explicar la realidad a todos los niveles. La invención del microscopio y del telescopio había ampliado enormemente nuestra mirada sobre el mundo, William Harvey (1578-1657) descubría la circulación de la sangre, las leyes de Isaac Newton (1642-1727) lograban dar cuenta de los movimientos tanto a nivel terrestre como celeste, y Antoine Lavoisier (1743-1794) sentaba las bases de la química moderna en la segunda mitad del siglo XVIII. En este clima intelectual, la Ilustración se constituirá como un movimiento que reivindica que el ser humano va camino de alcanzar la «mayoría de edad»: los ilustrados afirmarán que todo el saber heredado de la tradición debe ser sometido a la crítica de la razón, que pasa a constituirse en el tribunal que establecerá qué creencias y qué valores se mantendrán, y cuáles deben ser rechazados. El lema de los ilustrados es Sapere aude, que suele traducirse por «atrévete a saber», «atrévete a usar tu propia razón», esto es, piensa por ti mismo y trata de llegar a tus propias conclusiones: con ello se invitaba a la gente a no dar por válida una afirmación solo porque siempre se había creído que era así. De este modo, el ser humano trata de emanciparse de los falsos saberes:

Emmanuel Kant, “¿Qué es la Ilustración”, en: Filosofía de la Historia, traducción de Eugenio Ímaz, FCE, Madrid, 2000

En un clima de confianza en las posibilidades del ser humano para alcanzar cada vez un mayor conocimiento de la naturaleza, unido al desarrollo creciente de la técnica, se alimenta la idea de que la Humanidad se había situado definitivamente en la vía de un progreso que prometía ser ilimitado: se esperaba que la ciencia y sus aplicaciones en la sociedad dieran lugar a un mundo mejor para todos, si bien para que fuera realmente mejor para todos y no solo para una selecta minoría, era necesario la promoción de cambios en la estructura social y reclamar la igualdad de derechos. De este modo, las reivindicaciones políticas formarán parte de la lucha por la emancipación humana, al ponerse en cuestión la legitimidad del Antiguo Régimen y el orden sociopolítico que se había mantenido vigente hasta entonces.

Alfredo Floristán, Historia de España en la Edad Moderna, Ariel, Barcelona, 2009, p. 75
James Hopwood Jeans, Historia de la física: Hasta mediados del siglo XX, FCE, México, 2016 (primera edición en inglés: 1948)
Thomas Wright, La circulación de la sangre: La revolucionaria idea de William Harvey, FCE, México, 2016 (primera edición en inglés: 2012)
Ramón Xirau, Introducción a la historia de la filosofía, UNAM, México, 2011 (1ª ed. 1964), p. 286
Alfredo Floristán, Historia de España en la Edad Moderna, Ariel, Barcelona, 2009, p. 70
E. P. Thompson, “Folklore, antropología e historia social”, Historia Social, número 3, 1989, p. 70 #leyendohistoriadelafilosofía («E. P. Thompson, de nombre completo Edward Palmer Thompson (Oxford, 3 de febrero de 1924-Worcester, 28 de agosto de 1993) fue un historiador e intelectual británico. Influyó decisivamente en el pensamiento marxista británico, separándolo del europeo y dándole carácter propio, dentro de lo que se conoce como socialismo humanista»: WIKIPEDIA).

– Algunas humillaciones

Durante siglos, el ser humano creyó que habitaba un planeta que ocupaba el centro del universo. Un día descubrimos que no ocupábamos un lugar tan privilegiado, sino que estábamos sobre un planeta que, como tantos otros, gira en torno al Sol. Tal vez fuese esta la primera gran humillación que sufrió el orgullo humano; en cualquier caso, durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX vendrían algunas más.

José A. Valverde, Hominización: buscando nuestras raíces, Volumen 5, V&V, Madrid, 2004, p. 35
«A Venerable Orang-outang», a caricature of Charles Darwin as an ape published in The Hornet, a satirical magazine» (1871) – WIKIPEDIA

Como hemos visto en la unidad anterior, la teoría de la evolución nos enseñó que nuestra especie procede de los primates, así como que las mutaciones y la selección natural han sido el motor del proceso histórico que explica las transformaciones que se han ido produciendo en las distintas especies durante miles de años. Por tanto, la separación radical que se había hecho hasta entonces entre animales y humanos había quedado gravemente cuestionada: la comprensión del ser humano como un mono evolucionado daría lugar a una nueva humillación, sobre todo para aquellos que veían en dicho origen algo degradante.

De la misma época que el naturalista Charles Robert Darwin (1809-1882) es Karl Heinrich Marx (1818-1883), quien asestó otro ataque al orgullo humano en la medida en que insistió en que, si bien a menudo nos creemos que es nuestra manera de pensar la que determina nuestra manera de vivir, en realidad ocurre exactamente al revés: como señala en su libro La ideología alemana, «es la vida la que determina la conciencia», es decir, nuestras creencias, deseos, inquietudes, etc., vendrían fuertemente condicionadas por lo que hacemos, lo cual, en última instancia, sería consecuencia del lugar que ocupamos dentro del marco socioeconómico en el que nos encontramos.

Una nueva humillación vendría de la mano de la teoría psiconalítica formulada por Sigmund Freud (1856-1939): según el fundador del psicoanálisis, habría sido un error histórico identificar la mente con la conciencia, pues en realidad esta no recoge más que una pequeña parte del contenido de nuestra mente, ya que la mayor parte de la misma tiene un carácter inconsciente, el cual nos resulta inaccesible. De este modo, si hasta entonces era común pensar que uno mismo es quien mejor sabe lo que piensa o siente, el psicoanálisis trata de hacernos ver que buena parte de nuestros impulsos, motivaciones e incluso creencias se hallan en nuestro inconsciente, por lo que ni siquiera somos conocedores de lo que hay en nuestra propia mente ni somos del todo «dueños de nosotros mismos».

Francisco J. Rubia, El fantasma de la libertad: Datos de la revolución neurocientífica, Crítica, Barcelona, 2009, p. 8
Sigmund Freud, “Una dificultad del psicoanálisis” (1917), en Silvia Tubert, Sigmund Freud, Edaf, Madrid, 2000, p. 185
Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, traducción de Wenceslao Roces, quinta edición, Grijalbo, Barcelona, 1974, p. 26
Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, traducción de Wenceslao Roces, quinta edición, Grijalbo, Barcelona, 1974, p. 52
Rogelio Blanco Martínez, La ciudad ausente, AKAL, Madrid, 1999, p. 74
Javier San Martín Sala, Antropología Filosófica I, UNED, Madrid, 2013, p. 71

– El siglo XX

Jean-Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo, traducción de Victoria Praci de Fernández, Edhasa, Barcelona, 2009, pp. 30-31
  • Durante el siglo XX el movimiento existencialista se caracterizará por subrayar que lo que caracteriza fundamentalmente a los seres humanos no es el hecho de poseer una esencia común o una naturaleza compartida por todos, sino el hecho de que cuando nacemos somos un ser dotado de una gran indeterminación: en palabras del filósofo Jean-Paul Sartre (1905-1980), en el ser humano «la existencia precede a la esencia», por lo que es en nuestra particular manera de existir o actuar que vamos definiendo aquello que somos. El hecho de estar dotados de conciencia y ser libres hace de cada uno de nosotros un ser abierto a múltiples posibilidades, de manera que cada uno construye su propia identidad a medida que va tomando decisiones y llevando a cabo acciones concretas en el día a día. Sin embargo, el hecho de tener que elegir constantemente qué hacemos con nuestra vida y asumir la responsabilidad de nuestros aciertos y errores, sin que valgan excusas de ninguna clase, puede generar sentimientos de angustia ante la sensación de inseguridad que uno puede albergar cuando no logra dotar de sentido a su existencia.

Por otro lado, el estructuralismo defendió la idea de que el ser humano no es el creador de las normas, valores y estructuras culturales, sino el producto de todo ello. Según Claude Lévi-Strauss (1908-2009), destacado estructuralista, el hombre obra según los patrones sociales y culturales que le han otorgado su identidad. De este modo, queda cuestionado el enfoque existencialista que suponía una amplia autonomía por parte del sujeto para construirse a sí mismo en un sentido o en otro: y es que ya nacemos dentro de una determinada estructura familiar, social y cultural, por lo que nuestra individualidad no puede sustraerse de todos esos elementos, pues ellos han contribuido decisivamente a que seamos lo que ahora somos.

«Por ejemplo, si decimos que el hombre es un ser social, un ser parlante o un ser histórico es porque forma parte de una estructura social, de una estructura lingüística o de una estructura histórica. Según los estructuralistas, entonces, resulta que el hombre como ser social, parlante o histórico, es un producto de esas estructuras, y sólo en orden a ellas adquiere la existencia humana su sentido pleno y auténtico» (Antonio Aróstegui, Curso de concienciación filosófica, Ed. Marsiega, Madrid, 1977 / cit. por Eudoro Terrones Negrete)

Varios Autores, Atlas Universal de Filosofía. Manual Didáctico de Autores, Textos, Escuelas y Conceptos Filosóficos, Editorial Oceano, Madrid, 2008, p. 506
Claude Lévi-Strauss, Antropología estructural, traducción de Eliseo Verón, Paidós, Barcelona, 2000, p. 120
  • La sociobiología defendió una tesis similar a la estructuralista, pero basada en las ciencias naturales: tomando como base una teoría darwiniana ampliada con las aportaciones de la genética, pretendió explicar todos los comportamientos sociales e individuales -incluida nuestra dimensión ética- a partir de patrones de conducta innatos. Por ejemplo, gestos que podríamos considerar heroicos (un individuo que muere en un acto de abnegación para salvar la vida de un hijo o de un hermano) se explicarían como una estrategia de adaptación y supervivencia de la especie, fijada por selección natural.
Rafael Grasa Hernández, El evolucionismo: de Darwin a la sociobiología, Ediciones Pedagógicas, Madrid, 2002, pp. 114-115

2. El sentido de la vida humana

¿Quién no se ha planteado alguna vez cuestiones como: qué hago en este mundo, qué sentido tiene mi vida, qué importancia tienen las alegrías, las penas, el trabajo, la bondad o la maldad si todo acaba con la muerte? Estos interrogantes han dado y dan lugar a múltiples y diferentes respuestas, y seguirán vigentes mientras exista una conciencia que reflexione sobre sí misma: el sentido de la existencia es un problema filosófico y humano sin resolver, siempre unido a la experiencia del dolor y a la certeza de la muerte.

– La cuestión del sentido

Ahora bien, ¿a qué nos referimos exactamente cuando preguntamos por el sentido de la vida? Cuando nos preguntamos por el sentido de las cosas que hacemos, lo que estamos haciendo es preguntarnos por la finalidad que esperamos lograr con nuestra acción: ya se trate de una acción concreta y puntual, o de una empresa de mayor alcance, la pregunta por el sentido remite al «para qué» estamos haciendo lo que hacemos. No obstante, la cuestión del sentido puede plantearse aludiendo a una formulación más global: esto es lo que sucede cuando la pregunta no se limita a cuestionar qué nos mueve a hacer esto o lo otro, o a empezar este o aquel proyecto, sino que va más allá e inquiere cuál sería el sentido de nuestra vida, o incluso, más en general, ya no de nuestra vida exactamente, sino cuál sería el sentido de la vida humana en general, o si se quiere, cuál es el sentido de la vida o incluso del universo entero. Así, como puede observarse, cabe preguntar por la cuestión del sentido desde distintos niveles.

Con respecto al significado de «vida», dentro de la expresión «sentido de la vida», cabe distinguir dos significados básicos: el primero atañe a las ciencias de la naturaleza, que la definen como el conjunto de propiedades que diferencian a los organismos de la materia inerte (nacimiento, crecimiento, reproducción, nutrición, sensibilidad, autonomía motriz y muerte). Este significado, por tanto, comprende por igual a un árbol, una bacteria, un perro, un ser humano… El segundo significado tiene que ver con la psicología y, por consiguiente, solo es aplicable al ámbito humano: la vida es un período temporal de actividad consciente durante el cual la persona desarrolla sus capacidades físicas y psicológicas. Concluye necesariamente con la muerte, tras la cual se abre la incógnita de si existe otra forma de vida -como postulan las religiones y otras creencias espiritualistas- o si cuerpo y mente se diluyen para siempre.

 Conrad Vernon, Greg Tiernan, «Sausage Party» (2016)

“El azar y la necesidad fueron los responsables de nuestra especie, una entre millones en la esfera terrestre. Por mucho que esperemos y deseemos lo contrario, no hay ninguna evidencia que pruebe la existencia de una gracia externa que brilla por encima de nosotros, ni tampoco un destino o un propósito demostrables que se nos hayan asignado, ni una segunda vida esperándonos al final de la actual. Estamos, por lo que parece, completamente solos. Y eso, en mi opinión, es algo genial. Significa que somos completamente libres. Por consiguiente, podemos diagnosticar más fácilmente la etiología (causa) de las creencias irracionales que tan injustificadamente nos dividen. Tenemos ante nosotros nuevas opciones, que en épocas más remotas eran prácticamente impensables. Nos dan las fuerzas necesarias para abordar con más seguridad la empresa más grande de todos los tiempos: la unidad de la raza humana. El prerrequisito para lograr ese objetivo 🎯 es lograr una autocomprensión certera. Así pues, ¿cuál es el sentido de la existencia humana? (…) Es la epopeya de la especie, que empezó con la evolución y la prehistoria biológicas, continuó en la historia documentada, y ahora es también aquello en lo que elegiremos convertirnos, que avanza más y más rápido, día tras día, hacia un futuro indefinido» Edward O. Wilson, El sentido de la existencia humana, traducción de Xavier Gaillard Pla, Gedisa, Barcelona, 2016, pp. 135-137

E.O. Wilson explains the meaning of human existence, in 6 minutes – Grist (16 dic. 2014)


ACTIVIDADES del tema: “La reflexión filosófica sobre el ser humano y el sentido de la existencia”

  1. Aquiles, héroe homérico, afirma: «preferiría ser esclavo en la tierra y no rey en el Hades». Busca información sobre este personaje de la Ilíada de Homero. ¿Por qué motivo crees que dice esto? ¿Se contradice esta postura con la afirmación que dice que para el héroe homérico el mayor mal es el desprecio del resto de los demás? ¿Por qué?
  2. Pon ejemplos de acciones que creas que se hacen, o que tú mismo hayas hecho, para ganar la aceptación y el reconocimiento de los demás. ¿Qué opinas sobre la concepción homérica que dice que la identidad viene dad por cómo los demás nos ven? ¿Crees que existen héroes «anónimos»? Pon algún ejemplo.
  3. Explica las semejanzas y diferencias respecto a la interpretación que hacen del alma los pitagóricos, Platón, Aristóteles y los atomistas. Elabora un cuadro resumen que contenga las diferencias y semejanzas respecto a su origen, su naturaleza o composición, su relación con el cuerpo y su inmortalidad.
  4. Recoge la aportación de dos autores que consideren que el cuerpo y el alma están divididos, es decir, son de naturaleza distintas. Explica también el planteamiento de otros dos autores que consideren lo contrario. ¿Cuál de estas dos posturas te parece más razonable? Aporta tus argumentos y ejemplos.
  5. «Nuestra tarea consiste en animar a cristianos y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha de todo corazón, acerca a las personas a Dios». ¿Qué idea central del cristianismo pone de manifiesto esta afirmación de Teresa de Calcuta? ¿Qué impedimentos crees que pueden aparecer a la hora de querer obrar de este modo y cómo podrían solucionarse estos impedimentos?
  6. ¿Qué relación crees que puede establecerse entre El Hombre de Vitruvio y la sentencia atribuida a Pitágoras «el hombre es la medida de todas las cosas»? ¿De qué modo el humanismo renacentista incorporó esta afirmación en su visión del mundo? Busca otros ejemplos de obras renacentistas en que se ponga de manifiesto la concepción que tenían del ser humano.
  7. Durante el período que comprende los siglos XVII y XVIII tuvo lugar un gran desarrollo de las ciencias que llevó a considerar el funcionamiento del cosmos y del ser humano como el de una máquina. Hemos visto algunos de los descubrimientos más relevantes de la época. Busca información sobre los avances tecnológicos de los siglos XVII y XVIII. ¿De qué modo han contribuido al progreso humano? ¿Qué cambios sociales y culturales generaron? Razona si estos descubrimientos dieron lugar a un mundo mejor para todos tal como se creía en la Modernidad.
  8. Explica, con tus propias palabras, algunas de la humillaciones que se dieron durante el siglo XIX y XX a la idea de que el ser humano era el centro del universo.
Eduardo Palomo Trigueros, Cita-logía, Punto Rojo Libros, Sevilla, 2013, p. 212


CUESTIONES PARA REPASAR LOS CONTENIDOS

  1. ¿De qué diversas maneras se concibió al ser humano por parte del pensamiento griego antiguo?
  2. ¿Cómo es la imagen que del ser humano forma el cristianismo?
  3. ¿Cómo se concibe, en términos generales, al ser humano durante el renacimiento?
  4. ¿Qué imagen del ser humano va forjándose durante la Modernidad (ss. XVI-XVIII)?
  5. Explica cuáles fueron la principales «humillaciones» a las que se vio sometido el orgullo humano durante el siglo XIX.
  6. Explica algunas de las perspectivas diversas que, durante el siglo XX, han surgido en relación a la imagen del ser humano.
  7. ¿A qué nos referimos con la expresión «el sentido de la vida humana»? Analiza y explica dicha expresión.
  8. Redacta un breve texto en el que comentes las impresiones e ideas que te han surgido tras estudiar el presente tema. ¿Crees que te ha servido para algo este aprendizaje? ¿Para qué?


Unidad 7. La reflexión filosófica sobre el ser humano y el sentido de la existencia (apuntes COMPLETOS)