Papeles de José Requejo III: Carta a Agustín (06/2002)

Remitida al que suscribe, en ocasión que el autor se había ido a pasar una temporada en Londres y sus cercanías invitado por unos u otros amigos (la primera vez que cruzó el Canal; creo que en el otoño del siguiente año fue la segunda y última), huyendo de algún problema insoluble que aquí en París le agobiaba (el tormento al que él alude en el primer párrafo), y del cual no puedo dar al curioso lector más precisas informaciones, salvo que por aquellas fechas debieron producirse los primeros desgarrones de la liaison a que ya me he referido antes.

Nada es por azar: ni esas circunstancias de tormento sentimental y de conciencia pueden separarse del tema del descubrimiento sobre la conciencia que en la carta se desarrolla, ni siquiera tal vez el ambiente de la merry England que provisionalmente respiraba Requejo al venirle a las mientes el descubrimiento podría declararse independiente del tono empiricista y de buen sentido, bastante desacostumbrado en él, con que la teoría se desarrolla.

En cuanto a la teoría misma, yo no he visto «trampas», como él dice al final, que merezcan anotarse (aunque tampoco se trata de un texto tan formal que pudieran con el puntero señalarse en él transgresiones lógicas); pero sí me extraña un tanto que, conociendo bastante bien Requejo las doctrinas de Epicuro (como me consta, porque me ayudó activamente en la corrección de un estudio sobre la Carta a Heródoto), no se le ocurriera observar que su imaginería sobre la constitución de la conciencia tiene una visible semejanza con la de Epicuro sobre la constitución de las cosas mismas, cuando en los puntos en que los entrechoques de los átomos se enredan por rebotes mutuos hasta producir una contextura más intrincada y prieta es donde surge o se presenta el cuerpo o cosa. Tampoco sé, por otra parte, hasta qué .punto puede servir este paralelo para iluminar el bosquejo teórico que aquí Requejo nos ha dejado.

A. G.