DIÁLOGO DE SÓCRATES JOVEN CON ZENÓN DE ELEA II
SÓCRATES: Ya le daré yo también más vueltas a eso, pacientísimo Zenón; pero, por hoy, no era de ser de veras y del todo lo que se sea de lo que estábamos tratando (que eso será de verdad y sin contradicciones consigo mismo, pero aquí entre nosotros no aparece nunca), sino que era más bien (¿verdad?) de estos casos de ser o de correr o de vivir que, en vez de ser perfectamente lo que son, no pueden serlo más que más o menos, y, sin embargo, tienen que empezar a serlo (como si fueran el ser de veras y definido) en algún sitio, en algún punto; porque no se puede más o menos empezar: o se empieza o no se empieza.
ZENÓN: Bien; y, en todo caso, tú, mancebo, ¿por qué te fijas tan decididamente en el comienzo y no atiendes también al fin? O ¿da lo mismo? En la esfera del ser perfecto, da lo mismo, ciertamente, y no ha lugar a distinguir entre principio y fin; pero en esta carrera de mentira en la que andamos…
SÓCRATES: Será que es esto lo que a mí me pasa de momento: que estoy tratando de empezar, y no sé cómo.
ZENÓN: Empezar ¿qué?
SÓCRATES: Una larga carrera, una gran obra, donde resuene en el teatro público, para todos los oídos, la denuncia de la falsedad del mundo y de los hombres, clara como rayo para la razón de todos, anegando de compasión los corazones.
ZENÓN: ¡Oh! Así que, además de lógico, ¿eras también poeta y dramaturgo? Vaya, vaya. Y ¿pensabas en poner la obra por escrito? Porque, en ese caso, joven…
SÓCRATES: ¡Bah, déjalo, benévolo señor! ¿No te das cuenta de que te estaba hablando en broma? ¿No sé yo que lo mismo más o menos va a darle al mundo que escriba o que no escriba? Era un ejemplo nada más.
ZENÓN: ¡Tate, tate! Pues bien, escurridiza criatura, por si acaso no era tan en broma (pues tú mismo has dicho que nada entre nosotros puede ser del todo, si o no, ni por tanto del todo en broma ni del todo en serio), tomaré el ejemplo que me ofreces, y te diré que, para empezarlo, tienes que haberlo terminado.
SÓCRATES: ¿Qué tiene que empezarse por el fin?
ZENÓN: Que no podrás pronunciar la primera letra del primer parlamento si el fin del drama entero no está desde ahí presente.
SÓCRATES : Dices, a lo que oigo, que la cuestión del fin tiene que plantearse antes que la del comienzo.
ZENÓN: Bueno, galán, ya ves que, dicho así, lo de “antes” suena un tanto prepóstero y escandaloso: digamos que no tiene sentido el problema del comienzo si no es para los procesos que tienen fin .
SÓCRATES: ¡Ah!, ya te entiendo, astuto forastero!, y me doy cuenta, al enterderte, de que también a mí eso se me había ocurrido como entre sueños: que, si dejo la carrera abierta y sin meta, no puedo tampoco señalar la raya de partida: que la línea que queda abierta y perdida por una punta no puedo ni empezar a trazarla ni poner su comienzo en ningún sitio.
ZENÓN: Esactamente; porque…
SÓCRATES: Porque, sea cualquiera la duración o largura que a la carrera queramos darle, al no tener meta, el arranque podrá ponerse indiferentemente en cualquier sitio; y el estar el comienzo en cualquier sitio es lo mismo que no poder haber comienzo alguno.
ZENÓN: Así, muchacho; cabe quizá que pueda razonarse de una manera aún más imperiosa; pero basta por ahora para entender que sólo lo que tiene fijado el fin puede tener un principio fijo.
SÓCRATES: Y al revés ¿no puede razonarse?: ¿qué sólo lo que tiene principio tiene fin?
ZENÓN: Eso es otra cuestión, muchacho.