Entrega VIII Y, por si acaso, lo que intentaban hacer en vuestros corazoncitos los razonamientos puede seguirlo haciendo en vuestra razón (que tampoco es vuestra, sino común) ese otro juego de lenguaje a que alude la palabra ‘poesía’ y que de ordinario os convierten en mera literatura, ahí va la canción de las nubes, por ejemplo: Nunca me hartaré de ver nubes por alrededor pasando, yéndose, haciéndose, deshaciéndose, otras, lo mismo, volviendo, ni aunque viva 10.000 años, cómo se desgarran, qué pronto se van apelotonando, deshilachándose, amontonándose, desparramándose en miles de rebujoncitos blancos. Por maestros en verdad de artes y música las proclamo, madres también de fabricaciones de contra masa figura y de azar por entre cálculo, ora yéndose a enlazar, ora soltándose de sus brazos, ora estirándose perezosas o contra soles y lunas escondiéndose, asomando. ¿Dónde andáis los que se ve que preferís el pasar el rato, eh, con películas o novelas o poemitas de autores o retruécanos de sabios? ¿Qué creéis que puede haber rico en imágenes o relatos más que el trajín de las nubes buenas, siempre inventando algo nuevo, algo siempre inesperado? Es por esa mala fe el que viváis tan poquitos años, siempre esperándolo el fin del cuento: yo aquí me quedo, y al cielo no le pido más regalo que el de verlas como van entretejiéndose, sonrojando, desovillándose, destiñendo, y, por más que viva, nunca lo sabrá a qué está jugando. AGUSTÍN GARCÍA CALVO |