¿Os habéis dado cuenta de que la luna os sigue rondando en torno a las cabezas, lo mismo que en torno a la de Sócrates o Ramsés o el Hombre de las Cavernas? ¿Habéis notado que, creciendo o menguando, cada día sale y se pone unos ¾ de hora más tarde que el anterior?, ¿qué, cuando es llena, sale en el momento que se pone el sol y, cuando es un hilito de nada, entonces sale, invisible, con el sol al mismo tiempo? ¿Habéis pensado en eso que os cuentan de que el sol mismo, cuando lo veis salir, es que había salido unos 8 minutos antes? ¿Os habéis quedado, por lo menos, mirando a las nubes algún rato y considerando las estrías teñidas de malva pálido o los burujitos de lana blanca con que van bordándoos el cielo, para al cabo de ese poco borrar su obra y pasar a inventar otras nuevas figuraciones?
Se decía antaño, y puede que sigáis vosotros diciéndolo a veces todavía, de alguien un tanto soñador o distraído de los tratos y asuntos prácticos, que estaba en la luna, o también que andaba por las nubes; que es justamente lo que el bueno de Aristófanes se buscó para poner en ridículo en su comedia a aquel Sócrates, dedicado a especular de naderías y majaderías en la Pensaduría donde nos lo presenta. “Andar por las nubes “, “estar en la luna”, que han sido probablemente desde antes de la Historia los dicterios con que los hombres como Dios manda se burlaban (y así se los quitaban de en medio) de los que se dejaban llevar del pensamiento falto de fin y dejaban por ello de atender a los negocios de su casa, de su capital y de la política de su Estado.
Porque eso, al parecer, es la realidad. La luna y las nubes, no. Y así es que os han privado casi del todo, hijos del Bienestar, de la tentación de quedaros mirando al cielo; os han eliminado casi del todo nubes, luna, estrellas, infinitudes… Vamos, sí, si os las presentan, a su hora y en sus lugares propios, es a través del parte metereológico de la Televisión, por lo que ello puede afectar a vuestros planes de vacaciones, o es en los libros y artículos divulgadores de la Ciencia, para que sepáis lo que son galaxias y novas y supernovas y hasta agujeros negros, que los veáis por los ojos de la teoría, o sea en la medida en que han entrado a formar parte de las realidades, y con una fe bien confirmada sobre todo desde que la luna misma se hizo real en el momento en que el Hombre pisó en la luna de la Televisión, un pequeño paso para él, pero un gran paso para el progreso de la Humanidad. Sólo en esa medida en que los han hecho reales, os dejan echar cuenta de lunas, nubes y abismos intergalácticos; que lo que es por lo demás…
Quieren vuestros mayores que no os distraigáis con esas naderías, quieren que estéis en la Realidad, que no os ocupéis de otros asuntos que los reales y no perdáis la cuenta de lo que cada uno tiene y cómo puede venderlo al mejor precio para situarse como es debido en la Realidad. Y, para enterarse de qué es la Realidad ¿qué es lo que hay que hacer? Pues ya sabéis: estudiar; tragaros con perfecta indiferencia los mismos tratados de ciencias empresariales que de informática que de mecánica cuántica, si llega el caso, o de anatomía patológica o de biblioteconomía, lo que sea, pero estudiar, estudiar y sacar buenas notas en los exámenes, que es de lo que se trata; y, luego, también, leerse periódicos y tragar cultura por los otros Medios, manteniéndoos al tanto de las ofertas de colocación, de las competiciones deportivas, de los últimos éxitos discográficos y, aunque sea algo más de soslayo, de las caras y nombres de los políticos del día, municipales, autonómicos, nacionales y mundiales, de las entregas de Premios fílmicos o literarios, del elenco, para los más finos, de exposiciones y conciertos, de las oscilaciones de la Bolsa, donde a lo mejor están vuestros padres jugándose vuestro porvenir, y de los revolucionarios descubrimientos en desintegración de la materia o nuevos tratamientos de los virus más rebeldes de SIDA o esquizofrenia o lo que toque.
Esas son, al parecer, las realidades, y eso es lo que tenéis que hacer para enteraros de ellas: acudir a la pantalla o al libro o al disco o disquete o película o siglas pertinentes de la Red: pues es ahí donde se os informa de la Realidad; y, en cambio, eso de la lunita y sus cuartos o nubecillas desperdigándose por los aires… ¡si no son casi realidades, hombre!, y no sirven para informaros, y el quedarse mirándolas y viéndolas pasar no es más que una tontería, perder el Tiempo, que podíais dedicar a cosas más interesantes para vuestro porvenir.
Y tanto así, que a vosotros mismos os cuidáis de separar las realidades de las fantasías celestiales; y así, si os montáis a un tren o, mejor aún, os embutís en un autobús, ya atendéis al video que pongan en la pantallita, educativo o novelero, da lo mismo, que es donde os enseñan la realidad, y, si la luz os estorba para eso, corréis la cortina de la ventanilla y les cerráis la entrada a cualesquiera arbolitos u otras impertinencias que puedan ir pasando por ahí y distraeros de atender a la realidad; o, lo mismo, si, andando por la calle o vagando por los pasillos de algún recinto, se os viene a los labios por ventura la tentación de canturrear alguna canción medio olvidada, ya os guardáis enseguida de la tentación y os caláis un par de auriculares para oír la música real, que es la que está grabada y que os venden, y de la cual además podréis luego discutir con los fans o amigos entendidos en grupos actuales.
Así es la cosa, ¿no? Y mira por dónde, lo que son las cosas, que algunos pensaban que las cosas esas que pasan y se palpan y se huelen eran las cosas verdaderas; y que el quedarse mirando al cielo y dejando a los ojos perderse tras las nubes tras las estrellas, en una hondura sin fin (que se refleja, por debajo de la conciencia, en la hondura sin fin del corazón de uno), que eso era la manera de asomarse a la verdad, a descubrir lo falso de la Realidad que os enseñaban y vendían.
Y puede que sea así. Por eso será que es tan peligroso.