Investigando, estos pasados días, con la ayuda de Alicia y la idiocia ejemplar de Humpty-Dumpty, lo que el Poder, por más que se lo crea, no puede hacer sobre la lengua común, y ni siquiera las lenguas separadas de Babel, hemos de tener presente lo que ahí se juega: que es la guerra de lo que existe (Poder, Estado, Capital, Cultura, Ciencia, Personas Identificadas) contra lo que no existe (pueblo no contado, vida no sabida, sentido común, sabiduría), sino que sigue viviendo por debajo de las poblaciones y de sus administradores. El Poder es la muerte de las posibilidades, ya que, cualquier cosa que Él realice, ya ha dejado de ser posible; lo malo para Él es que las posibilidades son sin fin, y nunca puede realizarlas todas. Ninguna muerte es definitiva. Y, por lo tanto, el Poder no puede entender la lengua (el sentido común, la razón común), que es donde vive el pueblo que no existe y la sola máquina que no es de nadie y es para cualquiera; que, como no la ha hecho Persona ni Dios ninguno, en la lengua ni Dios puede mandar; porque ni sabe cómo es. Pero se cree que sí, como Humpty-Dumpty, como todo académico, científico, mandamás o secretario, que sea entero y como Dios manda, no perturbado por benditas dudas que pudieran subirle de debajo de su condición, de su cargo y su persona. Y, por desgracia, en fuerza de esa fe, puede el Poder hacer mucho y malo contra las lenguas y la lengua, contra el pueblo: no entrar de veras a la maquinaria gramatical de la lengua común ni aun de un idioma, porque eso no le es asequible, ni apenas si manejar Nombres Propios y significados del vocabulario más superficial; pero sí las siguientes pifias. 1ª ) Hacerle a la gente, por medio de Iglesias, Escuelas o Medios de Formación de Indivíduos, confundir la lengua, que no saben (y, gracias a eso, así habla de bien la gente), con la escritura, que sí saben, y manejan al servicio del Poder. Algunas consecuencias por ejemplo: que los locutores hablen a conciencia, y así pronuncien suBstancia y eKstremeño o digan “Han existido dificultades para llegar a resultados positivos”; que los feministas confundan la lengua con algunos trucos de normas sociales o significados y se pierdan así la lengua verdadera, que, como no distingue entre pobres y ricos, no puede distinguir de sexos, y que era por ello el aliento de cualquier rebelión contra el Poder, naturalmente masculino. 2ª ) A través de la escritura, la Escuela y la Autoridad, imponer un determinado dialecto y estadio de una lengua como la lengua, uniforme y fija, que abarque justamente hasta las fronteras que un Estado necesite para definirse como tal Estado. Así, en virtud de esa lengua, impuesta y unificada, se le hace a la gente tomar conciencia de ser un pueblo, que existe (lo contrario del pueblo que no existe) y que en verdad no es más que una población (contada lo mejor posible en número de almas) de un ente nacional, o ya estatal y todo; de lo cual derivan solas todas las guerras y miserias que hagan falta. 3ª ) Hacerle a uno creer que, cuando él habla (o canta o razona), y a lo mejor de veras y buenamente, es él el que habla (o razona o canta), y que es por tanto el Autor y tiene como tal sus derechos sobre lo que le ha salido por esa boca (los que la Sociedad de Autores naturalmente le reconoce), en vez de reconocer que, cualquier cosa que diga que valga algo, es que no era suya. Y algunas otras pifias por el estilo, no tantas como para que pueda el Poder creerse que manda en la maquinaria de la lengua. Pero, ciertamente, con ésas basta para producir muchos quebrantos y miserias entre la gente. Cuando Alicia abandona a Humpty-Dumpty y por ende, aunque ni ella ni nosotros lo veamos, él se cae de la tapia abajo, ve Alicia acudir en tromba por el bosque todos los soldaditos del Rey, cumpliendo la palabra de la loca rima; y, como muchos de a pie tropiezan y caen y otros también se caen de los caballos, y la ley parece ser que, si unos caen, los otros siguen en marcha pisando sobre ellos, pronto ve la niña que el suelo se cubre de “montoncitos de hombres”. De eso es de lo que se trata.
AGUSTÍN GARCÍA CALVO
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